El mangoneo de los políticos es algo
institucionalizado: hasta las copas les salían a precio-chollo en el bar
privado, exclusivo, pero subvencionado, del Congreso de los Diputados. Nos imaginamos a
todos esos cientos de Diputados y Senadores que jamás se suben a la tribuna de
oradores y se pasan tediosas sesiones sentados (¡eso sí, los días que van!, que el
índice de absentismo es muy alto) sin más horizonte que pensar en las musarañas
y votar según les indique con el dedo su portavoz, pues bien, entre votación y
votación: “¿qué tal, adversario político, nos tomamos un cubata, el primero de
la sesión?”, “¡conforme!, por cierto ¿a quien le toca pagar las rondas de hoy
(3 ó 4)?, ¿al de Izquierda Unida, a los PP, al PNV, a los del PSOE o a los Eta-Batasuna-Amaiur?”,
“¡qué más da, a la hora del gin tonic acodado en la barra, aquí no hay no
diferencias ni disputas!”, “¡vale, conforme!”.
Pues bien, a “sus señorías” se les ha encarecido un
poco el vicio, pero siguen siendo precios muy baratos para Madrid y para
cualquier ciudad media de España.
Por cierto, ¿como esta esta cosa de los precios del bar en el Parlamento regional autonómico de Vitoria?.
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