Ayer domingo leímos en la prensa de akí (El Correo), una larga entrevista (media portada y tres páginas completas en el interior) a la Consejera de Salud del gobierno regional de las Vascongadas, ella se llama Necane Murga.
En la entrevista hay de
todo, pero el periódico hace un apartado dentro de la misma, con el subtitular
que hemos puesto hoy como imagen del día, que dice: “Me arrepiento de haber confiado tanto en proveedores chinos”.
Pues bien, por una vez
en la vida vamos a poder decir que en algo estamos de acuerdo, en esta singular
ocasión, con una dirigente NaCi de akí.
China, la China popular,
que es una dictadura comunista de manual: partido único, dictadura del
proletariado (más bien de los dirigentes), ausencia total de libertades (políticas,
de información, de participación, de expresión, de manifestación, de empresa, sin
propiedad privada, etc.), con la economía planificada dirigida por el partido,
no es ejemplo de nada, pero parece que en occidente nadie se había dado cuenta
de todo esto, como buenos paniaguados, nos conformábamos con recibir productos
de mala calidad, de baratillo, a precios irrisorios (parejos, obviamente con
sus graves deficiencias), los bazares “chinos” han proliferado como setas, incluido toso occidente, toda Europa y toda España, tanto
como los restaurantes chinos, que les precedieron un par de décadas antes. La
consigna podría ser “barato, barato”, o “mierda china a precios de saldo”.
Y en base a esa
gilipollez universal, la China comunista de hoy, heredera de Mao Tse Tung (ahora
habitualmente escrito como “Mao Zedong”), ha estado creciendo en su PIB durante
muchos de los últimos años, a un ritmo superior al 10% anual, con lo que se ha
convertido en la gran potencia mundial emergente, superior a Rusia y muy muy
cerca ya de los Estados Unidos.
Actualmente todos los países
del mundo dependen de China, porque China elabora muchísimos componente que
casi todas las empresas del mundo necesitan para sus procesos de fabricación. Son
piezas que los chinos fabrican en grandes series, que les salen muy baratas,
tanto por el volumen (economía de escala) como por las pésimas condiciones de
casi esclavitud de los trabajadores chinos.
Así que será necesario
que los gobiernos y las empresas occidentales dejen de comprar tantas cosas a
los chinos, mientras las pequeñas empresas locales tiene que cerrar porque no
pueden competir con los trabajadores de una dictadura.
Las empresas españolas,
como los agricultores españoles, trabajan con altísimos niveles de calidad, lo
cual repercute en sus costes de producción que, obviamente, tiene que trasladar
a sus precios … y esos precios no pueden competir con los chinos.
¡Cambiemos
el chip!, paguemos algo más por productos españoles, de acreditada calidad, que
mejorarán el nivel de vida de muchos compatriotas, reducirá el paro, evitara
que el campo se siga vaciando y, cuando vuelvan las épocas duras y de carencia
de productos vitales, ni estaremos desabastecidos, ni dependeremos del chantaje
de productores foráneos, ni gastaremos lo que no tenemos para enriquecer a quienes
desde el exterior nos extorsionan en nuestros estados de necesidad.
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