Frases que tienen su aquel ...

“El nacionalismo es completamente anti-histórico.

Es una regresión a la forma más primitiva, cavernaria”,

Mario Vargas Llosa (XL Semanal nº 1.479, 28-02-2016)

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martes, 1 de septiembre de 2020

"Desafección en el constitucionalismo vasco", by Pedro Chacón, Profesor de la UPV

 

     El artículo que aparece definido en nuestra imagen del día, con su título (“Desafección en el constitucionalismo vasco”), su subtítulo y nombre y cargo de su autor, publicado el viernes 24 de julio pasado, unos días después de las últimas elecciones regionales en las vascongadas (12 de julio), dice así:


Mucho se está especulando en esta etapa poselectoral vasca acerca de la elevadísima abstención, que habría repercutido sobre todo en los resultados de los llamados partidos constitucionalistas, entendiendo por tales fundamentalmente al PSE y al PP. La abstención sería el resultado de un desistimiento por parte del constitucionalismo, pero a mí me huele más a desafección, que es algo sensiblemente distinto y por supuesto más grave.
Si echamos un vistazo al voto recibido por cada partido comprobamos, en efecto, que el nacionalismo tiene un electorado fiel pero que, no obstante, no ha subido en número de votos, sino que hay una tendencia a la baja también entre ellos. Pero esa tendencia en el caso del PSE y sobre todo del PP se convierte en una auténtica espantada a medida que bajan los índices de participación. Hay quien cree que no hay nada por lo que preocuparse. Si el nacionalismo mantiene su voto en escenarios de abstención elevada es porque el votante constitucionalista está tranquilo con ese resultado. En el momento en que el nacionalismo se eche al monte, entonces aparecerá de nuevo el voto constitucionalista para poner las cosas en su sitio.
Sería algo así como un desistimiento benigno pero que, a mi juicio, adolecería de dos vicios, al menos. El primero, considerar que la política constitucionalista debe estar a merced de la ciclotimia nacionalista. Por esa regla de tres, si el nacionalismo se mantuviera siempre en la moderación, pues como que no haría falta siquiera que existiera el constitucionalismo. Y el segundo, olvidarse de un hecho capital de nuestra cultura política y que consiste en que el nacionalismo siempre se modera cuando llegan elecciones y luego, con el resultado en el zurrón, es cuando saca su patita soberanista.
Es mucho más realista y además eficaz reconocer que el constitucionalismo padece de desafección por parte de sus votantes. El PSE lo disimula por su afán institucional, que le hace agarrarse a su coalición con el PNV para mantenerse en los cargos, más como inercia histórica que como resultado de un proyecto propio y de futuro. Hay quien le ofrece al PSE, para salvarse del torrente nacionalista, la rama federalista. Pero es esta una rama quebradiza y poco segura: ni el PSE está en condiciones de desarrollarla en toda España ni sirve para integrar al hoy votante nacionalista, que huiría de ella como de una peste homogeneizadora y demasiado fría, poco emocional, nada interesante.
Y el PP, como no puede disimularlo como hace el PSE, pues ahí lo tenemos, con esa indefinición permanente entre moderarse como vasquista o reivindicarse como españolista. Y de esa indefinición es de donde procede la desafección de su electorado. Pero la pregunta es: ¿Por qué presentarse como vasquista resulta moderado y, en cambio, hacerlo como españolista le convierte en aventado? ¿No reside en esa disyuntiva, ya de entrada, la asunción como propia de una interpretación nacionalista de la realidad vasca?
En un artículo anterior en estas páginas ya hacíamos notar que en Euskadi el PP no puede ser moderado como lo es en Galicia. Los escenarios son completamente distintos. Aquí la moderación se llama PNV, una moderación que le permite hacer guiños con Bildu al mismo tiempo que gobernar con el PSE o pactar con Casado si hace falta. Eso no está al alcance de ningún otro partido vasco.
Y con el tema foral hemos insistido mucho en estas páginas, para llegar a una conclusión: hay una cultura foral completamente desvirtuada que ha impregnado el ambiente político vasco y español desde el inicio de la Transición. Habría que corregirla, esto está claro, pero desde bases sólidas y no improvisadas, como se pretendió en la etapa de Alfonso Alonso. Su gestación se debió a autores sobre todo de izquierdas –y alguno de derechas– que le dieron hecha al PNV su hegemonía ideológica hasta hoy. Consiste en creer que el nacionalismo es la continuación natural del fuerismo. El símbolo efectivo de esa creencia política lo constituyó la supresión, en la Disposición derogatoria segunda de la Constitución española de 1978 y solo para el País Vasco, no para Navarra, de la Ley foral de 1839.
La fuerza que la derecha navarrista conserva todavía en Navarra se debe a que esa derogación no se aplicó para el Viejo Reyno. El PNV consiguió abolir la ley de 1839 para el País Vasco, simbólicamente sí, pero con ello ahogó cualquier salida foral para la derecha vasca, lo cual condena al PP a una reivindicación solo en clave constitucionalista y españolista. Mientras eso no se corrija de raíz, lo mejor es continuar con el constitucionalismo españolista, donde el PP no tiene competidor. Como el PP abandone esa bandera, pretendiendo ‘moderarse’, desaparecerá más pronto que tarde y Vox ocupará su lugar.

     No nos cabe la menor duda de que el P.P. vasco habrá tomado nota del análisis, y se aprestará a organizar en los próximos meses varios grupos de trabajo para promover la actualización de su mensaje y de su programa político. Le va el futuro en ello.

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