Durante
muchos años los inmigrantes (regulares o irregulares) no querían saber nada de
instalarse en las Vascongadas; no les gustaba ni el terrorismo, ni el idioma ni
la crispación política reinante.
Pero
la saturación que hay de inmigrantes en el resto de España ha hecho que empiecen
a pensar que venirse para acá puede ser un buen negocio.
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