Si la política vuelve en
algún momento a recuperar el sentido ético de quienes creen en el servicio
público con solo una pequeña compensación pasajera que les permita vivir, lo de
Borjita Sémper sería solo una simple variable de manual: si no estas de acuerdo
con las directrices de tu partido, inmediatamente por coherencia política y por
decencia personal deberías dejar el cargo, indudablemente el de portavoz, pero
también el escaño, y si no lo haces, el partido te debe cesar del cargo de
portavoz, aunque del escaño no te pueden echar y es más que probable que te
enroques en el mismo … porque no tienes otra cosa de qué vivir, en este caso tu
destino solo puede ser pasar al Grupo Mixto (como el canalla de Arturo Aldecoa
en las Juntas Generales de Vizcaya), para trincar, “hacer caja” y retirarte con
un capitalito … que fuera hace mucho
frío y no parece que tengas ningún lugar en el que cobijarte.
Borjita siempre ha
preferido ser incluso “cola de ratón”, el último de filipinas, el superviviente
final, al que le toca apagar la luz cuando ya no queda nadie … mientra haya un
solo escaño “popular” por Guipuzcoa, o una única concejalía en San Sebastian, él
prefiere quedarse, siempre y cuando el escaño o la concejalía sean para él.
Tiene el mismo complejo
de “único e insustituible” que acompaña a la trayectoria de un “poquita cosa”,
como el Damborenea bilbaíno, ese imbécil que abroncó a Rajoy en televisión a
mediodía en “prime time”, mientras consentía el choriceo de Aldecoa …
Borjita ya lleva muchos
años en política, pero no ha aprendido el oficio y el cargo le viene grande;
debe dejar ya, o deben “dejarle” ya; nada de aferrarse al salario de político
profesional, ahora al escaño autonómico mañana a la concejalía, o quizás a ambos
cargos al mismo tiempo.
La
renovación en el P.P. vasco no puede quedarse a medias, ni ser un proceso “interruptus”: todo el que no bogue en la misma dirección debe apearse, o ser apeado, de la
trainera, y cuanto antes mejor.
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