Eduardo
Fungairiño nos dejó ayer, domingo, después de una larga vida, con graves
dificultades físicas derivas de un accidente de tráfico en su juventud, pero en
pleno ejercicio de una brillantísima actividad intelectual al servicio de la
Justicia (con mayúsculas) y en defensa de las víctimas del terrorismo
nacionalista vasco.
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