Frases que tienen su aquel ...

“El nacionalismo es completamente anti-histórico.

Es una regresión a la forma más primitiva, cavernaria”,

Mario Vargas Llosa (XL Semanal nº 1.479, 28-02-2016)

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jueves, 2 de agosto de 2018

Cuando el racismo viene de antiguo ... en Bilbao y en Vizcaya

Lo de Sabino Arana llegó siglos después (hace poco más de 100 años), pero el caldo de cultivo, la salsa gorda del guiso, venía trabajándose desde tiempo casi inmemorial.
La imagen que ponemos hoy pertenece a la columna semanal de Imanol Villa en El Correo, en concreto el domingo 4 de febrero, que reproducimos seguidamente, porque nos gustó mucho y viene bien en esta época de introspección veraniega:
Ser extranjero en Bizkaia no era fácil. Obtener el permiso para residir en el Señorío y convertirse en un habitante más exigió durante muchos siglos pruebas fehacientes en cuanto al origen, creencias y recursos. Del mismo modo, Bilbao mostró un celo y desconfianza extremos hacia todos aquellos que quisieran avecindarse en su territorio. Los inmigrantes debían acreditar que eran dignos de pertenecer a una comunidad singular en sus costumbres, actividades y leyes. No era suficiente la buena voluntad. Ser acreedor a los privilegios de los que disfrutaban los vizcaínos implicaba la sumisión a un proceso en el que habrían de desentrañarse hasta los orígenes más recónditos de la persona en cuestión.
El Señorío vendía así muy caro el permiso de residencia en su jurisdicción y todos sus singulares beneficios, sobre todo si los candidatos para avecindarse en el territorio eran judíos o moros. Dos comunidades que no gozaban de una sangre lo suficientemente ‘limpia’ como para acreditar sus derechos a vivir bien en Bizkaia, bien en Bilbao.
La expulsión de los judíos en 1492 no sólo no puso final a una cuestión que había provocado fuertes tensiones sociales, religiosas y étnicas, sino que añadió un elemento nuevo de fricción protagonizado por los llamados conversos. Aquella drástica decisión de los Reyes Católicos fue la conclusión a un proceso en el que las comunidades judías repartidas por toda la Península se habían convertido en el objeto de iras populares.
En 1483, los vecinos de Balmaseda se alzaron contra los judíos de su municipio. Tres años más tarde se ordenó su expulsión y, aunque hubo protestas, el concejo de la villa encartada decidió que nunca más los judíos pudieran morar en ella. Significativo también fue el conflicto entre Bilbao y los judíos de Medina de Pomar. Celosos de su monopolio, los bilbaínos hicieron todo lo posible para dificultar las actividades comerciales de los medinenses. El asunto fue tan sonado que en 1476, el propio Fernando el Católico, durante su estancia en la villa, firmó una provisión real por la que prohibía a los judíos medinenses comerciar e, incluso, pernoctar en Bilbao. La decisión del monarca se apoyó en la propia legislación vizcaína, que establecía prohibiciones claras en su territorio para los infieles, judíos y moros. Al mismo tiempo, la villa bilbaína esgrimió su exclusividad comercial y la temporalidad de los permisos concedidos a los judíos, cuya vigencia había expirado.
Años más tarde, el recelo hacia determinadas comunidades extranjeras y la importancia dada a la limpieza de sangre fundamentada en criterios religiosos se reforzó a través de disposiciones legislativas. En la ley XIII del título primero del Fuero Nuevo de Vizcaya de 1526 se estableció que en «Vizcaya no se avecinden los que fueren de linaje de judíos e moros, e como los que venieren han de dar información de su linaje». Esto afectaba no sólo a los declarados como tales, sino también a los conversos, quienes no podrían demostrar jamás limpieza de sangre para ser considerados como candidatos serios a ser admitidos en el Señorío.
Por su parte, Bilbao, consciente de su atractivo hacia poblaciones foráneas, había establecido ya desde mucho antes mecanismos para regular la inmigración. En las ordenanzas de 1463 se disponía que todo aquel que quisiera avecindarse en la villa había de probar su limpieza de sangre y de origen, presentar dos vecinos que le respaldasen, demostrar recursos que le asegurasen la posibilidad de vivir durante diez años, obedecer las ordenanzas y pagar el correspondiente impuesto de avecindamiento. Semejantes disposiciones establecían con relativa claridad el perfil del inmigrante preferido para las autoridades. Eran necesarios recursos de vida más que suficientes, lo que nos hace pensar en personas con clara vocación comercial. El requisito sobre la limpieza de sangre cerraba el círculo con lo que, además de poseer recursos, habían de ser cristianos viejos. Puerta cerrada, por los tanto, a los judíos y a todos aquellos que quisieran buscar trabajo en la villa. La inmigración por motivos económicos estaba vetada en Bilbao.
Investigación
En la ordenanza del 6 de septiembre de 1564 se dispuso que todo aquel que quisiera ser vecino de Bilbao habría de presentarse primero ante la Justicia y el regidor de la villa, «e asi presentado se le aya de pedir y se pida e aya de dar un memorial en el qual dicho memorial nombre sus aguelos y aguela y padre y madre y los demás antepasados de quienes tuviere memoria». Debía especificar el lugar de origen de todos ellos, sus oficios y si estaban vivos o muertos. Al mismo tiempo, un regidor elegido al efecto debía de encargarse, previo pago por parte del interesado, de investigar si todo lo declarado era correcto, además de certificar «si son christianos viejos e de limpia sangre por todas partes y sin raza ni mezcla de judíos ni moros e linaje dellos y de las otras calidades que la dicha ordenanza dispone».
Sólo una vez comprobado todo ello se podía dar curso a la petición del interesado. Queda claro que el proceso de investigación de los orígenes del peticionario podía extenderse en el tiempo ya que, muchas veces, suponía que las personas designadas para las pesquisas debían desplazarse a los lugares señalados como los orígenes de la persona.
Evidentemente, todos los gastos derivados de ellos corrían a cargo del interesado, que debía de hacer gala también de generosidad. No era sólo el salario correspondiente, sino que había de cubrir también toda la manutención y, además, si quería quedar bien debía de hacerlo con una gentileza al estilo de los de Bilbao.

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