Viene
bien, de vez en cuando, repasar la historia de nuestra Villa. En El Correo del
29 de abril pudimos leer, y hoy repasamos, un interesante artículo del
historiador Imanol Villa, que dedicó su dominical sección Crónicas de Bilbao y
Vizcaya al siguiente artículo …
FERVOR CONTRA LOS “YANQUIS”
En abril de 1898, tras la declaración de
guerra entre España y Estados Unidos, se produjo en Bilbao una reacción
patriótica multitudinaria. Nunca antes se había visto cosa igual
“La noticia llegó a Bilbao la tarde del 21
de abril. La guerra entre España y Estados Unidos era una realidad confirmada.
«Han desaparecido todas las dudas (…). Aquel pueblo de egoístas y mercachifles
sin conciencia no desiste de sus proyectos de apoderarse de lo que es nuestro»,
proclamaba indignado ‘El Noticiero Bilbaíno’. No quedaba otro remedio que
entregarse a la lucha. La patria así lo exigía y lo merecía. «En estos solemnes
momentos, y mientras la lucha dure, no debe haber en España más que españoles
dispuestos a morir antes que verse deshonrados. ¡Viva España!». La defensa de
la honra se mostraba así como el único camino posible frente al más que temido
cambio que se había producido en lo que, hasta ese momento, no había pasado de
ser un conflicto colonial desde 1895. La guerra dejaba de ser un asunto
doméstico para convertirse en una cuestión internacional. Definitivamente, «han
desaparecido todas las dudas; se han desvanecido todas las incertidumbres y todas
las sombras». La guerra era un hecho.
El espíritu patriótico se extendió con
rapidez por Bilbao. Nunca se había visto algo semejante. El 22 de abril,
estudiantes de Comercio invitaron a los del Instituto y a los del Colegio de
Estudios Superiores de Deusto para organizar una manifestación patriótica.
Desde la Plaza Nueva, recorrieron las principales calles de Bilbao lanzando
vivas a España, al ejército y a la marina. Alternaban estos gritos con otros de
muerte a los yanquis. Poseídos por el espíritu nacional, ondeaban banderas
españolas y lanzaban gritos a diestro y siniestro para que la gente les
apoyara, bien desde las ventanas, las tiendas y las sociedades por la que
pasaron.
Por la noche volvió a organizarse otra
manifestación aunque en esta ocasión la integraron gentes de todas las clases
sociales. Tanto patriotismo desparramado hizo que la tensión aumentara. Al
pasar cerca de la Sociedad Euskalerria, muchos de los manifestantes lanzaron
abucheos y reproches. Los nervios se perdieron a la altura de El Arenal.
Algunos socialistas, contrarios a la guerra, se hicieron con la bandera
española, la rasgaron y la pisotearon. La explosión de ira fue total. La rápida
intervención de la autoridad evitó que fueran arrojados a la ría. «Los
detenidos fueron protegidos de las iras de los manifestantes por los
gobernadores civil y militar, el alcalde y algunos agentes».
Abucheos
y reproches
Aquella reacción era inaudita. Bilbao se
hallaba poseído de un patriotismo sin precedentes. El amor a España lo inundaba
todo. Las manifestaciones se repitieron a lo largo de la mañana y de la tarde
del día 23. Banderas nacionales, vivas a España y al Ejército inundaron el
ambiente bilbaíno. Pero, sin duda, la mayor concentración volvió a producirse
por la noche. «Las cigarreras y las hojalateras, al salir del trabajo, formaron
un numeroso grupo y con una bandera recorrieron las calles dando vivas a
España». Los manifestantes pasaron frente al Club Náutico, situado en el
Arriaga, y desde allí volvieron una vez más a la Sociedad Euskalerria, donde
las luces estaban apagadas. Entusiasmados y embravecidos se llegaron hasta la
sede del Casino Republicano donde a un pobre infeliz se le ocurrió la idea de
gritar «¡Viva Cuba libre!».
Por fortuna, la rápida intervención de
la Policía evitó que la multitud enfurecida arremetiese contra el insensato,
que fue detenido y llevado a comisaría. Aquellas muestras de nacionalismo
español, protagonizadas principalmente por jóvenes, fueron saludadas y
aplaudidas por una parte de la prensa bilbaína. ‘El Noticiero Bilbaíno’ señaló
que «nos lisonjea, nos agrada y nos place que los jóvenes muestren de modo tan
ostensible su amor a la patria, a esta patria tanto más querida cuanto más
desdichada». Los jóvenes eran los hombres del mañana y no cabía duda de que su
actitud reflejaba la fortaleza y la honra del país.
Sin embargo, se rogaba que se pusiera
fin a las manifestaciones pues muchos elementos contrarios y antipatriotas las
podían utilizar para provocar tumultos y actos violentos que redundaban exclusivamente
en su beneficio y desprestigiaban a los verdaderos amantes de la patria. Se
rogaba, eso sí, que ya que no se podía ir a dar la vida al frente, donde «a
estas horas nuestros bravos marinos están batiéndose contra los enemigos de
España», se apoyase al menos económicamente con un donativo para hacer frente a
las necesidades y contingencias de la guerra. «La Diputación de Vizcaya votando
la suma de un millón de pesetas para la suscripción nacional nos indica el
camino que hemos de seguir respondiendo a su generosa y patriótica iniciativa»,
comunicaba ‘El Noticiero Bilbaíno’.
A
casa de Sabino Arana
Pese a los llamamientos al orden, los
actos organizados el domingo 24 fueron los más imponentes. Más de ocho mil
personas recorrieron las calles de Bilbao con banderas españolas y dando los
vivas y mueras de rigor a voz en grito. Esta vez se dirigieron a la casa de
Sabino Arana donde elementos descontrolados lanzaron piedras contra la fachada.
«No se ha visto en Bilbao mayor entusiasmo que ayer. La manifestación fue
grandiosa», proclamó la prensa.
Tanto amor a la patria rozó el delirio.
Ciegos de entusiasmo, llegaron a colgar una bandera norteamericana en un árbol
junto al Gobierno civil y practicar un auto de fe. Al mismo tiempo se
glorificaban los colores nacionales que, aquel día de abril de 1898, ondearon
en muchas ventanas de Bilbao y no sólo en los edificios oficiales. Ya por la
noche, un grupo de manifestantes quemó la efigie del presidente norteamericano,
Mac Kinley.
Tras más de setenta y dos horas intensas
no había lugar a la duda: Bilbao se había entregado a la patria. No se aceptaba
la afrenta de los yanquis y no había miedo alguno frente a ellos. “»La
indignación es grande, así en la plaza pública como en los hogares domésticos.
Todo cuanto huele a yankee, es decir, todo cuanto huele mal, ha sido retirado
de la circulación». Quedaba claro que, en aquel juego de patriotas, el odio y
el rechazo al enemigo debía de ser total. Además, no eran pocos los que
apostaban por una victoria segura. «Después de que les zurremos la badana en
alta mar nos dirigiremos a Nueva-York con objeto de no dejar piedra sobre
piedra». Así estaban las cosas”.
¡A disfrutar con la lectura!.
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