Frases que tienen su aquel ...

“El nacionalismo es completamente anti-histórico.

Es una regresión a la forma más primitiva, cavernaria”,

Mario Vargas Llosa (XL Semanal nº 1.479, 28-02-2016)

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domingo, 26 de agosto de 2018

Fervor españolista y patriotismo a raudales en el Bilbao de 1898

Viene bien, de vez en cuando, repasar la historia de nuestra Villa. En El Correo del 29 de abril pudimos leer, y hoy repasamos, un interesante artículo del historiador Imanol Villa, que dedicó su dominical sección Crónicas de Bilbao y Vizcaya al siguiente artículo …
FERVOR CONTRA LOS “YANQUIS”
En abril de 1898, tras la declaración de guerra entre España y Estados Unidos, se produjo en Bilbao una reacción patriótica multitudinaria. Nunca antes se había visto cosa igual
La noticia llegó a Bilbao la tarde del 21 de abril. La guerra entre España y Estados Unidos era una realidad confirmada. «Han desaparecido todas las dudas (…). Aquel pueblo de egoístas y mercachifles sin conciencia no desiste de sus proyectos de apoderarse de lo que es nuestro», proclamaba indignado ‘El Noticiero Bilbaíno’. No quedaba otro remedio que entregarse a la lucha. La patria así lo exigía y lo merecía. «En estos solemnes momentos, y mientras la lucha dure, no debe haber en España más que españoles dispuestos a morir antes que verse deshonrados. ¡Viva España!». La defensa de la honra se mostraba así como el único camino posible frente al más que temido cambio que se había producido en lo que, hasta ese momento, no había pasado de ser un conflicto colonial desde 1895. La guerra dejaba de ser un asunto doméstico para convertirse en una cuestión internacional. Definitivamente, «han desaparecido todas las dudas; se han desvanecido todas las incertidumbres y todas las sombras». La guerra era un hecho.
El espíritu patriótico se extendió con rapidez por Bilbao. Nunca se había visto algo semejante. El 22 de abril, estudiantes de Comercio invitaron a los del Instituto y a los del Colegio de Estudios Superiores de Deusto para organizar una manifestación patriótica. Desde la Plaza Nueva, recorrieron las principales calles de Bilbao lanzando vivas a España, al ejército y a la marina. Alternaban estos gritos con otros de muerte a los yanquis. Poseídos por el espíritu nacional, ondeaban banderas españolas y lanzaban gritos a diestro y siniestro para que la gente les apoyara, bien desde las ventanas, las tiendas y las sociedades por la que pasaron.
Por la noche volvió a organizarse otra manifestación aunque en esta ocasión la integraron gentes de todas las clases sociales. Tanto patriotismo desparramado hizo que la tensión aumentara. Al pasar cerca de la Sociedad Euskalerria, muchos de los manifestantes lanzaron abucheos y reproches. Los nervios se perdieron a la altura de El Arenal. Algunos socialistas, contrarios a la guerra, se hicieron con la bandera española, la rasgaron y la pisotearon. La explosión de ira fue total. La rápida intervención de la autoridad evitó que fueran arrojados a la ría. «Los detenidos fueron protegidos de las iras de los manifestantes por los gobernadores civil y militar, el alcalde y algunos agentes».
Abucheos y reproches
Aquella reacción era inaudita. Bilbao se hallaba poseído de un patriotismo sin precedentes. El amor a España lo inundaba todo. Las manifestaciones se repitieron a lo largo de la mañana y de la tarde del día 23. Banderas nacionales, vivas a España y al Ejército inundaron el ambiente bilbaíno. Pero, sin duda, la mayor concentración volvió a producirse por la noche. «Las cigarreras y las hojalateras, al salir del trabajo, formaron un numeroso grupo y con una bandera recorrieron las calles dando vivas a España». Los manifestantes pasaron frente al Club Náutico, situado en el Arriaga, y desde allí volvieron una vez más a la Sociedad Euskalerria, donde las luces estaban apagadas. Entusiasmados y embravecidos se llegaron hasta la sede del Casino Republicano donde a un pobre infeliz se le ocurrió la idea de gritar «¡Viva Cuba libre!».
Por fortuna, la rápida intervención de la Policía evitó que la multitud enfurecida arremetiese contra el insensato, que fue detenido y llevado a comisaría. Aquellas muestras de nacionalismo español, protagonizadas principalmente por jóvenes, fueron saludadas y aplaudidas por una parte de la prensa bilbaína. ‘El Noticiero Bilbaíno’ señaló que «nos lisonjea, nos agrada y nos place que los jóvenes muestren de modo tan ostensible su amor a la patria, a esta patria tanto más querida cuanto más desdichada». Los jóvenes eran los hombres del mañana y no cabía duda de que su actitud reflejaba la fortaleza y la honra del país.
Sin embargo, se rogaba que se pusiera fin a las manifestaciones pues muchos elementos contrarios y antipatriotas las podían utilizar para provocar tumultos y actos violentos que redundaban exclusivamente en su beneficio y desprestigiaban a los verdaderos amantes de la patria. Se rogaba, eso sí, que ya que no se podía ir a dar la vida al frente, donde «a estas horas nuestros bravos marinos están batiéndose contra los enemigos de España», se apoyase al menos económicamente con un donativo para hacer frente a las necesidades y contingencias de la guerra. «La Diputación de Vizcaya votando la suma de un millón de pesetas para la suscripción nacional nos indica el camino que hemos de seguir respondiendo a su generosa y patriótica iniciativa», comunicaba ‘El Noticiero Bilbaíno’.
A casa de Sabino Arana
Pese a los llamamientos al orden, los actos organizados el domingo 24 fueron los más imponentes. Más de ocho mil personas recorrieron las calles de Bilbao con banderas españolas y dando los vivas y mueras de rigor a voz en grito. Esta vez se dirigieron a la casa de Sabino Arana donde elementos descontrolados lanzaron piedras contra la fachada. «No se ha visto en Bilbao mayor entusiasmo que ayer. La manifestación fue grandiosa», proclamó la prensa.
Tanto amor a la patria rozó el delirio. Ciegos de entusiasmo, llegaron a colgar una bandera norteamericana en un árbol junto al Gobierno civil y practicar un auto de fe. Al mismo tiempo se glorificaban los colores nacionales que, aquel día de abril de 1898, ondearon en muchas ventanas de Bilbao y no sólo en los edificios oficiales. Ya por la noche, un grupo de manifestantes quemó la efigie del presidente norteamericano, Mac Kinley.
Tras más de setenta y dos horas intensas no había lugar a la duda: Bilbao se había entregado a la patria. No se aceptaba la afrenta de los yanquis y no había miedo alguno frente a ellos. “»La indignación es grande, así en la plaza pública como en los hogares domésticos. Todo cuanto huele a yankee, es decir, todo cuanto huele mal, ha sido retirado de la circulación». Quedaba claro que, en aquel juego de patriotas, el odio y el rechazo al enemigo debía de ser total. Además, no eran pocos los que apostaban por una victoria segura. «Después de que les zurremos la badana en alta mar nos dirigiremos a Nueva-York con objeto de no dejar piedra sobre piedra». Así estaban las cosas”.
¡A disfrutar con la lectura!.

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