… y además chulesca, y además ajena a
cualquier forma de dignidad; porque la Colau necesitaba los votos de Ciudadanos
para repetir de alcaldesa, bueno de ese remedo de C’s que fue la candidatura
del franchute Manolito Valls.
Recibió sus votos con regocijo (si no, no
habría sido reelegida), pero chulescamente (y con la boca pequeña) se
avergonzaba de ello, y el primer día hábil posterior a su elección, esto es,
ayer lunes 17 de junio … volvió a colocar en la fachada del Ayuntamiento de
Barcelona, el nefasto lacito amarillo, que, por cierto, es lo más ofensivo que
se le puede hacer al Partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas, esto es, Ciudadanos.
Parece que a Valls, en cambio, por su “curriculum”
político, esa le resulta ser una cuestión menor, quizás una simple niñería.
Así que la ruptura Rivera-Valls, o
Valls-Rivera, que se evidenció en la votación del sábado 15 de junio a la Colau
de 3 de los 6 miembros de la candidatura, se consumó también ayer mismo.
Malos
tiempos le esperan a Rivera en Cataluña en los próximos años; se ha llevado a
Madrid a Inés Arrimadas, ha perdido en dieciséis meses (menos de año y medio)
632.000 votos (recuerden que ganó las autonómicas de 21 de diciembre de 2017),
pasando del 1er. puesto al 5º, y del 25,35% al 11,55%, la “operación Valls se
ha saldado con un gran fracaso, ahora el hispano-galo-catalán dice que va a
formar otro partido … ¡Vaya plan Albert!.
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