En
la Vuelta Ciclista a España de 2014 se cayó el canadiense Ryder Hesjedal,
llamando la atención que la rueda trasera continuara girando de forma libre y
muy revolucionada durante varios minutos, nadie se lo explicó y casi todo el
mundo pensó que había algún mecanismo de trucaje (un motorcito oculto en el
cuadro o una rueda electromagnética) que movía esa rueda sin que unas piernas
accionaran los pedales.
Había
habido con anterioridad en alguna carrera importante sospechas de que algún
ciclista usaba bicis trucadas, pero no se pudo acreditar, porque se ha hecho
habitual el cambio de bici en diversas fases de la carrera (según la orografía
o el tipo de asfalto, recuerde el lector los tramos de adoquín en varias
clásicas), en concreto se sospecha de Fabian Cancellara al menos en dos
carreras: el Tour de Flandes de 2010 (cuando demarró en el Muur-Kapelmuur y en
la Paris-Roubaix de ese mismo año), en ambos casos hay imágenes muy
significativas en YouTube.
Pues
bien, este año 2016, el 30 de enero, en la carrera del mundial de ciclocross
femenino sub-23, a la belga Femke van den Driessche un comisario le descubrió
un pequeño motor en su bicicleta de competición. Es decir, por primera vez hay
una prueba concreta y palpable de fraude mecánico (incluso se le ha llamado
“dopaje mecánico”) en una competición ciclista.
Desde aquí lo lamentamos profundamente y esperamos que no vuelva a ocurrir nunca jamás.
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