Aquí somos analistas políticos aficionados (vivimos de
otra cosa), pero cuando nos las ponen como se las ponían a Fernando VII,
acertar no suele ser difícil; la imagen es un subtitular de una columna de
opinión en El Correo del pasado 6 de febrero, y se refería al siguiente
comentario maledicente de Iñiguín Urcuyo:
“"El Rey hace muchos años que no cumple con su función de moderar y
arbitrar"”, leído el mismo día en el mismo periódico.
Lo curioso es que todos sabemos que la más grave
problema que tiene la Monarquía española se llama Iñaquichu, que es el hijo de un militante nacionalista vasco de postín (vean al efecto la columna de SantiagoGonzález de ayer lunes) que se sabía todos los trucos para sacar tajada para
sí mismo y para los suyos, donde podemos leer entre otras cosas, las
siguientes:
“Su difunto suegro ya había mostrado habilidades para la
prestidigitación, como la técnica del acordeón empleada con el Volvo que le
regaló su augusto padre el día de la pedida, vendido a la caja de ahorros que
presidía para usarlo como coche de representación por su cargo, y recomprarlo a
su jubilación a precio residual. O al convocar concurso para proveer la plaza
de gerente en la Sociedad Deportiva Estadio, de Caja Vital, con un pliego de
condiciones ad hoc para el perfil académico e institucional de su hijo
Mikel.
Se casó usted con el hijo de una familia nacionalista
conocida en Vitoria. Su boda fue muy bien recibida en el PNV; después de todo,
era lo más parecido a su sueño dorado del pacto con la Corona, por más que
ahora el senador Anasagasti no cese de invocar el caso Urdangarin
para proclamar: delenda est Monarchia."
Sería curioso que si la Casa Real se tambalea (y no
digamos si cae, en otra especie de “14 de abril”) como consecuencia del
episodio de mangancia del joven descendiente de peneuvistas de raza, natos, en ese caso bien pudiéramos decir que se ha ido al traste por una cuestión venérea, pero no
del Jefe sino de su hija pequeña.
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