Leemos en El Correo de
ayer (martes 26-05-20) el artículo-informe firmado por David Guadilla que relata un episodio sórdido
de la reciente historia de España, protagonizado por el PNV, un partido indecente
(el calificativo es nuestro), que destruyó la estabilidad política, malbarató y
echó por tierra el alto precio que había “cobrado” a Rajoy por apoyar los presupuestos
’18 de Montoro, con la consiguiente pérdida económica para esta región, y cambió
la previsibilidad y compromiso serio de Rajoy por el mentiroso, indecente y
chisgarabís “Snchz”. Seguimos maltrechos y perjudicados todos por estos lodos que
vienen de aquellos polvos.
El trabajo periodístico
dice así:
“En un país acostumbrado a vivir a
velocidad de crucero y a que los acontecimientos que parecen históricos queden
rápidamente en el olvido, mayo de 2018 supuso un punto de inflexión. En solo
una semana todo cambió. Salvo una cosa. Se aprobaron unos Presupuestos que
siguen vigentes y que son los que están sirviendo para afrontar el primer
impacto del coronavirus. Fueron los últimos de Mariano Rajoy, salieron adelante
gracias al apoyo del PNV y todo el mundo coincide en que están desfasados. Aun
así, y en el mejor de los casos, no se aprobarán unos nuevos hasta finales de
este año.
Si todo
hubiese transcurrido por la senda esperada aquel 23 de mayo de 2018, España
estaría ahora mismo camino de unas nuevas elecciones generales. Eso era lo que
se decía en el Congreso después de que el Ejecutivo del PP hubiese logrado los
votos necesarios para sacar adelante las Cuentas públicas. «Rajoy se ha
garantizado llegar hasta final de la legislatura en 2020», aventuraban algunos.
Las anteriores habían sido en junio de 2016, así que de haberse cumplido aquel
vaticinio estaríamos en precampaña.
Aquellos Presupuestos salieron adelante tras un encaje de
piezas realizado por Cristóbal Montoro, quien tuvo que superar los recelos que
mutuamente se tenían Ciudadanos y el PNV. Fuentes jeltzales recuerdan que el
responsable económico llegó a ocultar al partido entonces liderado por Albert
Rivera algunos detalles de la negociación que estaba llevando con Sabin Etxea.
A cambio de un apoyo que le abría algunos flancos –aún estaba vigente el 155 en
Cataluña– y que no convencía a todo el partido, el PNV lograba para Euskadi un
paquete de inversiones superior a los 540 millones, 300 de los cuales iban para
el TAV. Había como una sensación de cierta estabilidad en un panorama político
que en España llevaba convulso mucho tiempo.
Pero las previsiones fallaron. Dos años después, la política
española ha devorado a cinco de los principales protagonistas de aquellos días
–Rajoy, Montoro, Soraya Sáenz de Santamaría, Rivera y Marta Pascal–, ha visto
cómo un partido que ni tenía representación ahora es la tercera fuerza –Vox– y
cómo el que aspiraba a gobernar intenta sobrevivir –Ciudadanos–. Y en medio de
la tempestad, los que siguen funcionando son aquellos Presupuestos. «Ya dijimos
que eran muy buenos», se vanaglorian en Sabin Etxea.
Pero aunque es verdad que fueron los más expansivos desde
2011 –con una cifra de gasto récord–, la epidemia obliga a realizar notables
ajustes. Sánchez intentó sacar unos nuevos a principios de 2019, pero ERC se
los tumbó, y se entró en el carrusel electoral. La idea era haber aprobado
otros antes de verano, pero la pandemia se ha llevado por delante esas
previsiones. Ahora el horizonte está puesto en otoño y en negociar los del año
que viene. Pero tampoco está nada claro que salgan adelante dada la debilidad
parlamentaria del Gobierno. Y si no se aprueban, todos dan por hecho que las
horas de Sánchez en La Moncloa estarían contadas.
Aquel sueño de tranquilidad duró 24 horas. En realidad ni
eso. A las 8.30 horas del 24 de mayo Soraya Sáenz de Santamaría avisaba a Aitor
Esteban de que estaba a punto de salir la sentencia ‘Gürtel’, pero el mensaje
que llegaba desde La Moncloa era de tranquilidad. Habría condenas, pero leves.
Pero la Audiencia Nacional dijo lo contrario: las penas a dirigentes como
Francisco Correa y Luis Bárcenas fueron elevadas. Pero eso no fue lo peor.
Porque no hablaba de beneficios personales, sino que acusaba
directamente al PP y ponía en duda el testimonio de Rajoy ante los magistrados.
A partir de ese momento se generó una tempestad que se llevó
por delante a un Gobierno. La sede socialista de Ferraz amaneció el viernes 25
en estado de máxima alerta. El entorno de Pedro Sánchez empieza a barajar la
posibilidad de presentar una moción de censura contra Rajoy. Albert Rivera ya
lo había dicho poco después de conocerse la decisión judicial. «El fallo lo
cambia todo». Cuando termina la jornada, ya es oficial: habrá moción de
censura. El problema para Sánchez era que tenía que sumar apoyos. Sobre todo
uno: el PNV. Los cinco escaños jeltzales eran imprescindibles para que el líder
del PSOE llegara a La Moncloa.
El dilema del PP
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y su
predecesor en el cargo, Cristóbal Montoro, en 2018.
En Sabin Etxea se enfrentaban a un dilema. La sintonía con
Rajoy era conocida, había ‘feeling’. Además, tras casi dos décadas de ruptura
de relaciones, el PNV y el PP habían construido una entente que beneficiaba a
ambos. Pero aparecer como el partido que sujetaba a los populares también
conllevaba un notable riesgo de imagen.
Sabin Etxea se convirtió durante aquellos días en una
centralita en la que se cruzaban confidencias. En el nacionalismo, tanto
catalán como vasco, jugaba otra variable. A mediados de 2018 era cuando
Ciudadanos estaba en la cresta de la ola. Cuando Albert Rivera aún pensaba que
estaba llamado a aglutinar al centroderecha y dar el ‘sorpasso’ al PP. Y esa
hipótesis aterraba al PNV.
El soberanismo catalán vivía su enésima guerra interna. La
coordinadora del PDeCAT, Marta Pascal, intentaba sobrevivir a las tensiones
creadas por Carles Puigdemont –ya en Waterloo– y Quim Torra, que solo una
semana antes había sido elegido presidente de la Generalitat. Pascal fue
derrotada y esta misma semana se ha hecho público que ha abandonado el PDeCAT.
La formación neoconvergente
acabó por decir ‘no’a sostener a Rajoy. Y eso hacía inviable el respaldo del
PNV. El 31 de mayo todo estaba decidido. En el Congreso los populares estaban
noqueados. Fue cuando Rajoy se encerró en un restaurante con sus colaboradores
y el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría ocupó su escaño. Al día siguiente,
Sánchez se convertía en el séptimo presidente de la democracia.”
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