Frases que tienen su aquel ...

“El nacionalismo es completamente anti-histórico.

Es una regresión a la forma más primitiva, cavernaria”,

Mario Vargas Llosa (XL Semanal nº 1.479, 28-02-2016)

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domingo, 8 de diciembre de 2013

"DERROTA", por Juan Bas, en El Correo, el miércoles 4 de diciembre de 2013


... que cumplió pena de cárcel por asesinato. Al final, hace referencia a los muchos años que pasó encarcelado y le dice a la juez –a cuyo padre mató cuando ella era una adolescente–: «Salí de la cárcel cuando Andoni –su hijo– ya tenía nueve años. Me perdí todo ese tiempo, el de niño pequeño. Y poco después le encontraron a mi mujer un cáncer extendido.»
Desde mucho antes no ya de la anulación de la ‘doctrina Parot’, sino de su instauración, me ha interesado el tema de la vida que se pierde entre rejas; de la vida que no se vive por haberla sacrificado pagando un caro precio al servicio de una causa abstrusa, de una quimera monstruosa que exigía derramar sangre. El propio sacrificio de los que sacrificaron vidas de otros con la peor crueldad, la que se caracteriza por la falta de piedad de lo innecesario, de lo gratuito.
Lo he vuelto a pensar al ver tantas imágenes de etarras excarcelados. Todos tienen más o menos mi edad, cincuenta y tantos. Han pasado en la cárcel cerca de un cuarto de siglo, desde la incipiente treintena. Los mejores años de la vida congelados en un limbo. Pienso en todo lo que he hecho y he vivido en ese mismo largo periodo de tiempo dentro del mundo, en libertad. De la carencia irreparable y demoledora que habría sido pasarlo en la cárcel, con los hechos que conforman una biografía extirpados o minimizados por la retención y el aislamiento. Engendrar a un hijo entre rejas y luego no verlo crecer ni compartir con él los pequeños sucesos extraordinarios de su formación; la ausencia de una cena con amigos, de un campo de fútbol o la imposibilidad de ver amanecer en una playa; no asistir al envejecimiento de tus padres o poder acariciar a tu mujer solo durante un rato reglado en una cama anónima.
Se les pide que muestren arrepentimiento y pidan perdón a las víctimas. El perdón no exime de la culpa, no borra nada. Y el arrepentimiento seguro que lo llevan muy adentro; probablemente más por el daño que han sufrido que por el que han causado. Qué más da. Solo importa de los asesinos el que no vuelvan a asesinar; y no volverán a hacerlo porque su inframundo se ha desvanecido a su alrededor y en su propio interior. Qué más da si podía haberse conseguido o no que siguieran algunos años más en el trullo. Ver hoy las caras ajadas de los que se creyeron duros gudaris es suficiente. Y qué más da si los reciben jaleándolos a la puerta del trullo y después les hacen un homenaje en la aldea en que comenzó el error y su viaje al horror. No es más que la triste celebración de una derrota personal. (*)
(*) la negrita es nuestra.

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