Frases que tienen su aquel ...

“El nacionalismo es completamente anti-histórico.

Es una regresión a la forma más primitiva, cavernaria”,

Mario Vargas Llosa (XL Semanal nº 1.479, 28-02-2016)

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martes, 29 de noviembre de 2016

A los NaCis vascos les gusta jugar a la guerra y también a espías

Los gobiernos regionales nacionalistas de las Vascongadas (con el PNV como referente) siempre han tenido la propensión a considerarse gobiernos plenos como los de cualquier nación independiente, pero …
Ahora bien, aunque lo suyo es misión imposible, ellos … a lo suyo. Así que, qué paisito serio no tiene su propio servicio secreto y, ya en eso, porque no conspira en algún sitio fácil para cambiar gobiernos o para hacer negocios  multimillonarios.
Y lo intentaron en Cuba … al titular que les ponemos hoy le sigue el texto completo de la información, que va a continuación:
El Gobierno vasco se vio envuelto en 2009 en un escándalo que volvió a cortar cualquier posibilidad de cambio en Cuba. En ese año, Fidel y Raúl Castro cesaron de forma repentina y sin más explicaciones a su ministro de Asuntos Exteriores, Felipe Pérez Roque, y al primer ministro cubano, Carlos Lage. Fue una purga limpia y quirúrgica, en la que dos de los nombres que sonaban como sucesores en el Gobierno de la isla –y a los que vinculaban con una posible línea aperturista– fueron barridos del poder en unos minutos y relegados al olvido. Ello fue posible gracias a un hombre detenido en el aeropuerto cuando pretendía subirse a un avión con rumbo a Bilbao.
La pieza que desencadenó ese drama en la política de la isla fue Conrado Hernández, un cubano que había sido contratado en 1998 por el Departamento de Industria de Lakua para ejercer la representación de la Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial (SPRI) en la La Habana. En esa época, el Ejecutivo vasco y el PNV pisaban la alfombra roja cada vez que se desplazaban a Cuba. El propio lehendakari Ardanza viajó en 1997 hasta la isla para inaugurar la oficina del Ejecutivo autónomo, que sirvió de embajada para la implantación de una treintena de empresas. Era una apuesta política que quería aprovechar las malas relaciones entre Madrid y La Habana.
La contratación de Conrado Hernández se hizo con el beneplácito de la nomenclatura cubana, en la que este ingeniero contaba con importantes contactos. Antes de ser contratado en el Gobierno vasco había trabajado en diferentes ministerios y también en el hotel Habana Libre, uno de los centros no oficiales del mundo de los negocios en La Habana. Pero, por encima de todo, su estrella brillaba gracias a que era amigo, desde su época de estudiante, de Felipe Pérez Roque, el ministro de Exteriores cubano con quien había militado en las Juventudes Comunistas, y que con 43 años había ascendido a la cúpula del poder. Y entre sus contactos se encontraba también Carlos Lage, vicepresidente del Gobierno, un pediatra a quien los hermanos Castro habían ascendido a uno de los puestos más importantes con la misión de salvar la economía cubana del hundimiento de la Unión Soviética. Ambos estaban considerados dos de los hombres más importantes de la isla. Por encima de ellos solo se encontraban los Castro. Eran «los dirigentes del mañana».
¿Agente doble?
El 14 de febrero de 2008, Conrado Hernández fue detenido en el aeropuerto de La Habana cuando, junto con su esposa, una teniente coronel que trabajaba en un hospital del Ministerio de Interior, pretendía subir a un vuelo en dirección a Bilbao. A partir de esa fecha, los sucesos se desarrollan muy rápido. El 24 de febrero, Raúl Castro asume la presidencia del Gobierno, que Fidel abandona por problemas de salud. Se rodea de la vieja guardia del Ejército, militares de más de 70 años con los que había hecho la Revolución. Cualquier signo de apertura se volatiliza. El 3 de marzo, Lage y Pérez Roque son cesados. Fidel Castro, en un artículo sobre béisbol publicado en ‘Granma’, dice de ellos: «La miel del poder, por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno». Al día siguiente, publican una carta en los medios de comunicación en la que ambos, con palabras idénticas, reconocen que «cometieron errores», aunque no explican cuáles.
En esos días, entre la dirección del Partido Comunista Cubano comienza a circular un vídeo en el que se ve a los dos altos cargos cesados con el delegado del Gobierno vasco. Están en una finca propiedad del representante del Departamento de Industria y participan en una fiesta campestre. No son imágenes de alcohol y corrupción. Hombres en camisas de cuadros, en medio de la selva, toman cervezas y juegan al dominó entre risas. Pero los comentarios son de pesar por no haber sido tenidos en cuenta en el Gobierno que acaba de formar Raúl Castro.
Y aparece un segundo vídeo. En él, Conrado Hernández se reúne con un agente del CNI en un restaurante de La Habana. El servicio secreto español, según se sabe poco después, acaba de evacuar a todos sus agentes de la isla al considerarlos quemados. El Ejecutivo de Aznar, como es habitual en estos casos, niega cualquier espionaje en La Habana. El Gobierno vasco se entera entonces de que su delegado de la SPRI está detenido y pide a la embajada española que le ayude a saber qué ha pasado. Su oficina fue asaltada por los servicios secretos cubanos, que habían entrado en su interior en busca de pruebas.
Pero Conrado Hernández realiza una autocrítica, grabada en vídeo, en la que confiesa haber sido captado por el CNI para obtener información sobre la salud de Fidel Castro –ingresado en el hospital en el que trabajaba su esposa– así como datos sobre la economía cubana. Según el espía, su trabajo para el Gobierno vasco era «una tapadera» en sus gestiones para conseguir información.
En un mundo como el del espionaje, en el que todo es oscuro, engañoso y laberíntico, algunas fuentes comenzaron a barajar la posibilidad de que Conrado Hernández fuese un agente doble. Sin embargo, fue juzgado y condenado a 20 años de prisión, según la disidencia cubana. Su caso pasó al olvido y, aunque se especuló con que podría ser puesto en libertad tras las acuerdos entre Obama y Raúl Castro, nada parecido ha sucedido. Los dos ministros fueron barridos por la historia. Carlos Lage trabaja en un hospital y Pérez Roque en una empresa de construcción. Los Castro cerraron cualquier puerta al cambio. Fidel, hasta su fallecimiento el viernes, continuó siendo el Comandante mientras que su hermano dirige el país. El Gobierno vasco, actor secundario en la trama, cerró su oficina en La Habana y no volvió a abrirla.

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