El Consejero de Salud, Jon
Darpón, ordena la retirada de los tulipanes amarillos del jardín de la
subdirección de Salud Pública de Álava para evitar su 'ofensiva' combinación con los rojos.
La primavera viene, en
ocasiones, preñada de un simbolismo insoportable. Ojo con las flores, que
pueden brotar en forma de dardos venenosos. Qué decir de la naturaleza y sus
colores, son capaces de abrir llagas supurantes en quien los contempla. Ay, los
jardineros. Si les dejas, los muy traidores se conchaban con los bulbos y el
césped para dibujar parterres insultantes.
El consejero de Salud del
Gobierno vasco, Jon Darpón (PNV), ha visto en la estación que nos acompaña un
alarde de españolismo indecente. Y lo ha visto en Vitoria. En concreto, en el
exiguo jardín al que se asoma la subdirección de Salud Pública y Adicciones de
Álava, plantada en el número 11 de la calle Santiago, en la trasera del
hospital del mismo nombre.
El gestor sanitario del
Ejecutivo autonómico, un galeno especializado en Medicina familiar y comunitaria,
visitó el edificio hace unas semanas. Tenía una reunión en las plantas altas,
donde se aloja el Instituto vasco de Consumo. Durante su encuentro de trabajo
con los responsables de ese organismo, el astuto político divisó a través de
las ventanas un espectáculo lacerante: una veintena de tulipanes decorando el
jardín de un edificio gubernamental... ¡en rojo y amarillo! Pura kriptonita
para un RH negativo como Darpón, pese a que la disposición aleatoria de los
brotes recordara más a la Senyera que a la bandera de España.
Darpón ordenó su reemplazo
por blancos, para combinar con los rojos y el verde de la hierba y formar los
colores de la ikurriña
Repuesto de la insalubre
visión, que no de la ofensa, el máximo responsable de Salud del Gobierno de
Euskadi ordenó 'ipso facto' la retirada de los bulbos amarillos y su reemplazo
por otros blancos que, en combinación con los de color rojo y con la hierba
verde, ofrecieran una estampa como Sabino manda. Días después, la empresa que
se ocupa del mantenimiento del parterre enviaba a uno de sus operarios para que
arrancara de cuajo las flores malditas que soliviantaron a Darpón. Para
entonces, los ejemplares de 'Tulipa gesneriana', cuya floración dura apenas
quince días, ya habían perdido sus pétalos. Aun así, el jardinero hizo lo que
pudo para identificar los capullos antisemitas y extirparlos de raíz.
El lehendakari Urkullu puede
estar tranquilo. El Vivaldi de su equipo gestor no sólo vela por la robustez
física y mental de los vascos, acaso, desatendiendo la suya propia. También lo
hace por la nacionalidad de las flores. Santiago y cierra España.
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