Mañana
viernes el parlamento regional andaluz votará en segunda vuelta la candidatura
de Susana Díaz para el cargo de presidenta de la Junta. Y no parece que las
cosas estén bien para ella.
No
debería importar mucho; quien ganó las elecciones andaluzas fue el PSOE, no la
Sra. Díaz, tenga el lector en cuenta que en España tenemos un sistema electoral
proporcional con circunscripciones provinciales y listas de partido cerradas y
bloqueadas (otra cosa es que tuviéramos un sistema mayoritario a doble vuelta
con circunscripciones unipersonales).
Puede
que mañana se demuestre necesario, para evitar nuevas elecciones (salvo que
“Podemos” o Ciudadanos metan la pata y se presten al juego), que sea preciso
investir en estos dos próximos meses a alguien como presidente regional andaluz,
en tal caso la pregunta es tan simple como: “¿y a quien elegir?”.
Y
la respuesta probablemente sea: “a
cualquiera excepto a Dña. Susana”. La Sra. Díaz no supone ninguna
renovación, lleva toda su vida en altos cargos en el partido (primero en las
juventudes socialistas), ha sido concejala, diputada, senadora y miembro de los
gobiernos de la corrupción de Chaves y Griñán; por eso ahora no sirve en
absoluto, y, además, si por ella fuera nada habría cambiado en la política
andaluza, de hecho nada ha cambiado en la elección del presidente y mesa del
parlamento: ha montado una trampa para conseguir una mayoría que las urnas le
han negado.
Si
mañana el parlamento rechaza por segunda vez la candidatura de Dña. Susana, el
PSOE debe retirar la propuesta y recurrir a las previsiones del artículo 118,
apartados 2 y 3 del Estatuto de Autonomía de Andalucía (que les ponemos en la imagen), esto es, dar al presidente del
parlamento otro nombre, cuyo único requisito es que sea parlamentario, aunque
sería conveniente que sea un nuevo candidato fruto de pacto y consenso con
quienes le deberán votar (o abstenerse) para hacerle presidente de Andalucía.
Pero, sobre todo, recuerden la idea: en Andalucía ganó
el PSOE, no Dña. Susana Díaz.
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