A finales del pasado mes de noviembre, y por sorpresa (al menos para la mayoría de los españoles), el joven Iñaquichu Urdangarín fue al hospital a visitar a su suegro, que no es otro que el Rey de España; el yerno iba con la hija del visitado, ambos aparecen fotografiados a la salida de la visita.
La foto es patética, la antítesis del "todo glamour" que sería de esperar: ponerse guapos para visitar al enfermo, al familiar enfermo, al egregio enfermo.
Ella sin pasar por la "pelu", pelo lacio, esperemos que limpio, como recién salida de la ducha, pero sin cuidarse el cabello adecuadamente, la cara lavada; él demacrado, ya no es el joven deportista y alegre que despertaba simpatía; ambos vestidos muy descuidadamente. ¿Acaso no sabían a quien iban a visitar y que habría fotógrafos de prensa a la espera?, ¿a qué viene tanto descuido o tanto descaro?, ¿o se trataba de dar penita al abuelo?, ¡que mira cómo estamos, que mira que no nos llega, que nos falta hasta dinero de bolsillo, que ni siquiera te hemos podido comprar unos bombones!.
¿Irá Iñaquichu al Juzgado dentro de unos días (el 23-F) con la misma pinta?, o en cambio, ¿irá hecho un pincel?, bien vestido, bien peinado, bien perfumado, en este caso, porque querrá impresionar al juez, o salir atractivo en los periódicos de todo el mundo, que inmortalzarán su segunda comparecencia en el Juzgado de Palma
1 comentario:
La verdad, parece un macarra.
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