No se discute esa
imagen. Se da por buena, pues el discurso nacionalista no incluye elementos
etnicistas y la del PNV, presente en todos los ámbitos, los desmentiría.
Además, el respaldo electoral, muy diversificado, sugiere que la ciudadanía lo
ve como representativo de toda la sociedad vasca. No de una sola parte. Lo
sería si descansase en ámbitos definidos por el origen, no digamos por el
apellido, cuestión sobre la que la sensibilidad está a flor de piel.
Sin embargo, un dato desconcertante cuestiona el
imaginario que atribuye tal correspondencia del nacionalismo con la
conformación interna de la sociedad vasca. El apellido vasco sigue contando
políticamente. Y mucho.
Lo prueban los cargos que ha designado el Gobierno
nacionalista. Los datos son contundentes. De momento ha nombrado 171 puestos
(consejeros, viceconsejeros, Directores y equivalentes). Pues bien: el sesgo es
espectacular. El 83% tiene apellido vasco. La mitad –el 49%– cuenta con dos
apellidos vascos. A la fuerza se ha producido una selección que lo ha tenido en
cuenta, no puede ser fruto del azar. El contraste con la presencia social de
apellidos vascos lo corrobora. Los estudios muestran que los ciudadanos de
Euskadi con dos apellidos vascos son el 20,4%, y que en torno al 56% tiene
ambos de origen ‘español’, circunstancia que sólo presenta el 15% de los cargos
del Gobierno, tras excluir los apellidos extranjeros.
Resulta imposible que esta desviación se produzca
de forma aleatoria. Para el PNV el apellido sigue teniendo importancia. Usa tal
criterio para seleccionar el personal político. ¿En su concepto la
representación legítima del pueblo vasco la tienen sobre todo aquellos cuyos
apellidos denotan esta procedencia? Se da una clara desviación respecto a la
composición que tiene el País Vasco desde este punto de vista, que en nuestros
esquemas no es anecdótico ni marginal.
Cabe comparar los datos anteriores con los de los
dirigentes que seleccionó el PSE en sus años de Gobierno. La nómina de cargos
de confianza era de un tamaño similar, 170. El contraste es acusadísimo. En el
Gobierno socialista no se detecta ningún sesgo a este respecto. Los porcentajes
de cargos con apellidos vascos indican que este factor no se tuvo en cuenta. Ni
en un sentido ni en otro. Los que tenían algún apellido vasco eran poco más que
los globales –48,7%, frente al 44 % general–, una desviación dentro de las
probabilidades lógicas, no el 83% del PNV. Dentro del colectivo socialista, las
personas con dos apellidos vascos eran el 21,7%, similar al del conjunto de la
sociedad vasca.
La conclusión resulta obvia. Se diría que unos y
otros gobernantes vienen de ámbitos distintos. Pero no hemos cambiado los de
origen inmigrante –por usar un injustificado estereotipo nacionalista– a los de
referencia autóctona. El perfil de los cargos socialistas se asemejaba al de la
sociedad vasca. Ha cambiado hacia unos cargos cuyo origen se asocia a la
procedencia autóctona. De una imagen equilibrada, ajustada a la actual sociedad
vasca, a la que refleja sólo a una de sus partes. ¿La auténtica, desde la
perspectiva nacionalista? Pero se suponía que estos esquemas habían quedado
superados. Que cuando el PNV decía «coexistimos vascos y no vascos», al menos
la división imaginaria no se correspondía (ya) con los apellidos. Pues algo
hay.
Cuesta entender este apellidismo. Se diría que la
implantación del PNV, con gente de distintos orígenes, haría imposible tal
sesgo. Tampoco cabe imaginar que la asociación euskera-apellido vasco sea hoy
tan estricta que lo justifique, si el idioma ha sido un criterio selectivo. Sin
duda se ha primado al apellido de origen autóctono. No necesariamente por
directrices expresas. Resulta más verosímil el peso de nociones que identifican
lo vasco con el apellido de esta raigambre. Sea cual sea la razón de tal
selección –intencionada o espontánea–, subsiste una mentalidad nacionalista que
secciona a la sociedad vasca y otorga rasgos de mayor autenticidad –y capacidad
de gestión– a los vascos vascos, por usar una caricatura que no se creó como
tal y que, por lo que se ve, sigue presente.
Según estos datos, quienes carecen de apellidos
vascos tienen menos oportunidades en un gobierno nacionalista: casi una cuarta
parte menos, si en todos los ámbitos se propaga que al 56% le corresponda un
15%. Lo peor es que estamos donde estábamos cuando los mitos nacionalistas
identificaban a Euskadi con los descendientes de los vascos ‘milenarios’. Que
esto suceda en el partido que se tiene como principal representación de la
sociedad vasca –cuya composición interna no representa sino que contradice– nos
sitúa ante los límites de la normalización nacionalista del País Vasco.
Sorprende que un sesgo tan acusado se produzca sin
un discurso que lo justifique e incluso niegue las preferencias por razón de
apellido. Pues haberlas, haylas.
(*) El Catedrático Manuel Montero, ex-rector de la UPV, publicó ayer en El Correo el artículo que les ponemos aquí arriba, es la evidencia de que el nacionalismo instalado en las Vascongadas sigue siendo racista, tan racista como su viejo fundador, el integrista Sabino Policarpo Arana Goiri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario