Íbamos a escribir un post realmente duro sobre una impresentable del PSOE de Madrid que, en un tweet, decía que el accidente ferroviario a las puertas de Santiago de Compostela se debía a los "recortes" de Rajoy. Es difícil se más canalla, es imposible faltar a la verdad de una forma tan radical ... pero, ¡claro!, esta gente funciona así, tanto con el Prestige, como con el 11-M, cual cosa les vale, hasta la mentira más burda y estrafalaria.
Pero nos hemos reprimido, porque Carlos Herrera dejaba las cosas muy claras en su artículo de ayer en ABC: "A la busca del nuevo Prestige" que dice así:
"Las primeras investigaciones para dictaminar la
causa que ha provocado el espeluznante accidente ferroviario del miércoles
apuntan a un fallo de balizas o a elementos relacionados con el control de
velocidad a los que los trenes se ven sometidos desde el exterior. Es probable
que en no demasiadas horas la conclusión sea definitiva y conozcamos qué ha
podido desarmar el tránsito regular de un tren seguro y, de por sí, altamente
fiable. Error humano o error mecánico, no bastará a aquellos que, desde la más miserable
de las cargas políticas, pretendan dar lectura de rapiña al accidente. La
tentación vive arriba y a determinados sujetos no se les descompone el gesto
para encontrar en esta tragedia de Santiago un nuevo Prestige. No habían pasado
un par de horas del fatal accidente y ya algunos olisqueadores de basura
empezaban a aventurar una relación directa entre el accidente y los «recortes»
en inversión que el gobierno ha puesto en práctica en todos los ministerios.
Una socialista de medio pelo, de la cuadrilla favorita de Tomás Gómez, una tal
Martu Garrote, escribió en esa barra de bar que es Twitter un primer aldabonazo
relacionando los recortes con el accidente, con los fallecidos, entre ellos el
inolvidable Enrique Beotas, con quien tantas horas de radio y toros nos han
unido a sus compañeros de profesión. Por fin el gobierno tiene muertos que
adjudicarle. Al poco, y viendo la reacción contraria que habían producido sus
palabras, la misma sujeta que también escribió en su día que los rojos habían
matado pocos curas en la guerra y sus aledaños, retiró el comentario para
evitar «insultos y amenazas», no por ningún examen de conciencia. De la misma
manera, comentaristas de periódicos venidos a menos y convertidos en panfletos,
siguieron la senda. Hasta algún juez con efervescencia antisistema y problemas
con su propia casta jurídica ha elaborado juicios acusatorios contra las
políticas del gobierno Rajoy. Los muertos, pues, son consecuencia de la
política restrictiva de quien llegó a la gobernación del país hace año y medio
y se encontró con lo que se encontró. Poco importan los detalles del accidente
y las conclusiones a las que se llegue dentro de unos días, acaso de unas
horas. Cuando un capitán griego y un armador ruso dejaron a su suerte a un
viejo cascarón lleno de alquitrán frente a la costa de la muerte de Galicia,
muchos decidieron que no iban a perder la oportunidad de culpar a la maldita y
sebosa derecha española de cada gota de petróleo gomoso que llegara a las
playas. Una marea de voluntarios ayudó a su limpieza y otra pequeña marea de
sinvergüenzas quiso extraer petróleo político del desastre. Lo consiguieron,
ciertamente; ayudados también por la falta de inmediatez de reacción de los
responsables, los cuales, no obstante, urdieron un plan de compensaciones a los
afectados que cubrieron con creces sus destrozos. En esta ocasión habrá que ver
por dónde salen los mismos profesionales de la inculpación de causas generales:
habrá que ver, digo, quiénes y de qué forma urdirán el nuevo «Nunca Mais» con
el que agitar los mares internos de Galicia. Ochenta muertos son muy tentadores
para algunos: dejarlos escapar es dejar pasar una oportunidad de culpar
universalmente al gobierno de Rajoy de abandono de la protección a los
españoles mediante su manía perversa de no gastar más de lo que se tiene.
Ochenta muertos es una tentación demasiado evidente para el manejo de la peor
demagogia, de la peor bilis política, del odio partidista, del ejercicio
rastrero del oportunismo. A muchos de los que hoy se lamentan de las muertes
les causa mucha más alteración de sus ansias la posibilidad de manejar en su
provecho una tragedia que la pena y el inconsolable dolor que sienten ochenta
familias. Esto es así, qué se le va a hacer."
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