
Saber, sabemos todos muy bien, que el nacionalismo ostenta un poder omnímodo (y omnívoro) que abarca clubs de fútbol, colegios profesionales, empresas públicas y semiprivadas y todo tipo de instituciones, y además está sobrerrepresentado, muy por encima de su peso real en la sociedad, algo que, precisamente, debe cambiar.
Los avisos nacionalistas a navegantes deben ser tenidos muy en cuenta. ¿Que hay empate en el Consejo Vasco de Finanzas?, cámbiese a los diputados generales de Álava y Guipúzcoa; que Eudel dice no se sabe qué, cámbiese algún ayuntamiento ... y que los nuevos departamentos forales de Hacienda giren una circular.
O el nacionalismo comienza a practicar la lealtad institucional, algo a lo que no están acostumbrados, o el nuevo gobierno regional fuerte que toda la sociedad desea deberá hacer sentir el peso de la legalidad y, sobre todo, de la legitimidad para gobernar sin trabas ni cortapisas.
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