La verdad es que lo de Ana Mato nos da un poco de vergüenza ajena.Parece mentira que una persona seria, que sabe lo que hay en casa, que tiene que educar a sus hijos en unos valores, se haya dedicado a mirar permanentemente para otro lado: no sabía ni de donde habían salido los coches que había en su garaje, de donde venían los carísimos regalos que tanto realzaban su natural belleza, ni quien pagaba las excesivas y recargadas fiestas de cumpleaños de sus hijos, ni los viajes con los guajes a Euro Disney ... ¡manda güebos! (Trillo dixit), que tanta dejadez (al menos) no haya sido algo a considerar a la hora de hacerla ministra de algo (tocó sanidad pero bien podía haber sido cualquier otro, incluso uno de nueva creación a su imagen y semejanza para ella solita).
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