Este
pasado jueves, Javier de Andrés, Vicesecretario General del Partido Popular
vasco publicó un buen artículo de opinión en las páginas centrales de El
Correo, de Bilbao, y como nos pereció muy interesante, lo ponemos hoy domingo
en el blog para que nuestros amables seguidores lo puedan leer con pausa y detenimiento.
“Desde la aprobación
del Estatuto de Autonomía en 1981 hasta el año 2016 han transcurrido 35 años,
un periodo suficiente para hacer un análisis de lo que ha significado la autonomía
para el País Vasco, cuál ha sido el efecto del sistema estatutario y cuáles han
sido sus resultados prácticos para el conjunto de la población. El discurso
nacionalista ha sostenido permanentemente que la transferencia de competencias
al País Vasco era un bien en sí mismo y que cada una de las áreas que se
gestionaban desde las instituciones de la comunidad autónoma reportaban
beneficios al sistema y a sus ciudadanos.
Sin embargo, hay datos
que reflejan que disponer de competencias no constituye un avance para los
intereses de las necesidades de los ciudadanos si no están acompañadas de una
gestión adecuada que sepa sacar provecho de las mismas. Tal vez, el dato más
relevante y más expresivo de la evolución económica del País Vasco en estos
últimos 35 años sea el destacado por el exconsejero Pedro Luis Uriarte en la
presentación de su reciente publicación sobre el Concierto Económico, en el que
señala que el País Vasco representaba, en el momento de la negociación del Cupo
en 1981, el 7,53% del PIB español. Hoy, según este mismo autor, el PIB vasco es
el 6,07% de la economía nacional. Es decir, que en estos 35 años de gestión del
Estatuto de Autonomía, la economía vasca no solo no ha crecido sino que ha
disminuido y de una forma bastante acusada. Hemos perdido 1,46 puntos de
nuestra participación en la economía española.
En este mismo periodo
y según el exconsejero nacionalista, la economía de la Comunidad Autónoma de
Madrid ha crecido casi un 4% y para mayor desconsuelo, el autor lo atribuye a
la gestión que ha hecho esa comunidad autónoma de sus capacidades fiscales, que
comparadas con las vascas son inapreciables. En efecto, en este momento la
gestión de la capacidad normativa del Impuesto sobre la Renta, el Impuesto de
Sociedades o el de Sucesiones y Donaciones no está representando una
oportunidad para los vascos y para la inversión en nuestra tierra sino más bien
significa lo contrario.
El conjunto de los
trabajadores españoles han visto que su nómina de enero era un 3% mayor que el
año pasado gracias a la bajada de impuestos que se produce en territorio común
y que en el País Vasco no se aplica porque, precisamente, haciendo uso de su
capacidad normativa tributaria, los partidos vascos, salvo el Partido Popular,
no han querido aplicarla en los territorios forales.
Pero estos 35 años dan
para analizar mucho más. Ahí está la evolución de la población en el País
Vasco: mientras que la población española ha crecido en ocho millones y medio
de habitantes desde 1981 hasta hoy, la sociedad vasca tiene hoy los mismos
habitantes que tenía al comenzar la autonomía. Con una diferencia, hoy los
vascos somos más viejos.
Euskadi tiene una tasa
de reposición negativa, es decir, nacen menos de los que fallecen y si mantiene
a duras penas su número de habitantes se debe a la entrada de inmigración
extranjera que, salvo para los más ‘multiculturalistas’, no aporta el valor
añadido de conocimiento que sirva para sustituir positivamente a los que
abandonan el mercado laboral. Se podrían añadir, y creo que sería muy necesario,
otros datos relevantes, como la situación de nuestra enseñanza, la más cara de
España y que, sin embargo, se queda en un séptimo puesto en comprensión
lectora, como señala el informe PISA, o ese pésimo dato que señala que estamos
a la cola en el aprendizaje de lenguas extranjeras.
La evolución
comparativa de nuestra sanidad, que ya no guarda la ventaja que tenía con otras
comunidades, la construcción de autovías u otras grandes infraestructuras. En
definitiva, que los 35 años de autogobierno vienen demostrando que no es
suficiente con contar con las competencias sino que también hay que saber
ejercerlas.
Los gobiernos
nacionalistas han priorizado otras cuestiones sobre las que se han descrito
aquí como más relevantes. No cabe duda de que la apología identitaria, con todo
el coste de la construcción nacional, han tenido un efecto muy relevante no
solo en el deterioro de nuestra economía en el conjunto nacional sino también
en esa evolución demográfica que señala que el nacionalismo no ha hecho del País
Vasco un lugar atractivo para desarrollar una vida familiar y profesional.
En estos 35 años, los
sucesivos Gobiernos nacionalistas se han afanado en procurar la diferenciación
de Euskadi respecto del resto de España. Lo han hecho con el aprovechamiento íntegro
de las potencialidades del Estatuto, en cada desarrollo normativo y
legislativo, en cada decisión política que se podía adoptar, pero el resultado
no parece el óptimo.
Euskadi tiene hoy, en efecto,
una legislación y unas condiciones administrativas bien distintas a las de hace
35 años y a las que hoy mismo tiene el resto de España, pero los balances no
indican que el nacionalismo haya acertado con esta táctica. Se han empeñado en
aislar al resto de los españoles, pero el resultado que tenemos es que en esa
estrategia quienes hemos perdido hemos sido los vascos.”
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