Las expresiones más visibles de esta ramplonería han sido Ada Colau y Beatriz Talegón. Colau llamó criminales a los banqueros y les culpabilizó de las muertes de los que se han suicidado al ir a ser desahuciados, como si los tristemente fallecidos no hubieran sido personas adultas y libres y por lo tanto responsables de los compromisos que adquirían. Culpó a los banqueros, culpó a los políticos, culpó a todo el mundo menos a los que realmente adquirieron el compromiso de pagar un precio que en la mayoría de los casos -dicho sea con todos los respetos- ya en el momento de firmar la hipoteca se veía claramente que no podrían satisfacer de ninguna manera.
Colau creó la coartada para el fracasado perfecto, que es el que no sólo se ha hundido sino que encima se regodea en el pozo porque en lugar de asumir las riendas de su vida prefiere continuar pensando que la culpa es de los otros. ..//...
Beatriz Talegón centró su demagogia contra los hoteles de cinco estrellas, acusando a sus dirigentes de acomodaticios y advirtiéndoles que desde el lujo no se puede hacer la revolución, ni prometerla. Primero hay que decir que estas chicas impresionables le llaman lujo a cualquier cosa, y segundo que lo que hay que reprocharle a los socialistas no es que vayan a hoteles caros sino que con sus políticas muy poca gente puede acudir a ellos, ..//.. .
El lujo no es el enemigo de la clase obrera: tendría que ser su reto. Los hoteles de lujo, Beatriz ..//.. son estupendos. ..//.. . La única revolución que tiene pendiente España es la libertad, la libertad para que cada cual gane el dinero que pueda y lo invierta como quiera, y sea responsable de ello. La revolución de que todo el mundo pueda disponer de su dinero para organizarse libremente la vida, e ir a los hoteles que prefiera a disfrutar del poderoso encanto de la belleza y no a reventar cenas con proclamas de verdulera.
También Beatriz se ha hecho famosa porque lloró cuando los presuntamente suyos la echaron de una manifestación, cuando aquello por lo que tendría que llorar una persona con auténticos valores cívicos es por la sistemática ocupación de la calle por parte de aquellos que quieren hacernos chantaje con su multitud y sus ultimatos. La democracia tiene sus cauces y la calle es de todos. Si Beatriz y los suyos quieren hablar de respeto, que empiecen practicándolo.
El espacio que la corrupción de la clase política está dejando al esperpento populista es el mayor peligro al que nos enfrentamos. Hay un recorrido muy breve entre este tipo de discursos y una noche de cuchillos largos.
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