D. Manuel, una personalidad irrepetible, se nos ha ido un par de días antes de que se cumpliera el cuadragésimo sexto aniversario del accidente aéreo nuclear de Palomares (17-01-1966); en él todo fue innovación y progreso, incluso estridente en un régimen que no era democrático y que él se propuso reformar, aunque el viejo general era mucho general (y también lo fue para él), con el que acabó tarifando y que el supuso un exilio, si bien dorado, en Londres. D. Manuel era también la inteligencia y la memoria unidas, con un conocimiento enciclopédico en todas las ramas del saber humano. Y era tremendamente trabajador, hasta la extenuación. Y era también un hombre austero, honesto y decente, jamás se la habría ocurrido "meter la mano en la caja", cosa reservada a la legión de sinvergüenzas sin oficio ni beneficio que actualmente pueblan los partidos políticos españoles, y que desearían hacer una gran fortuna y enorme patrimonio durante su paso por las administraciones públicas, para retirarse jóvenes y llenos de dinero, que aunque sucio, sigue siendo vil metal. Nuestro reconocimiento y afecto para D. Manuel en la hora de la despedida final.
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