El día de Navidad es una jornada propicia para leer la prensa con calma, independientemente del formato, sea el tradicional en papel o cualquier otro que las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance. El lector que se acerque hoy a este modesto rincón en el ciberespacio puede leer un artículo al que nos referimos hace un par de días, vía el blog de Santiago González; se trata del titulado "¿Es que no hay corrupción vasca?", de Javier Olaverri (que no "xabier olaberri"), en El País del 7 de diciembre, que dice así:
"Si no nos desayunamos con un escándalo cada semana es por una mezcla de factores. La violencia, las características del urbanismo y que nuestros corruptos son más listos
"Si no nos desayunamos con un escándalo cada semana es por una mezcla de factores. La violencia, las características del urbanismo y que nuestros corruptos son más listos
¿Somos más honestos que el resto del Estado? ¿O simplemente
nuestros políticos meten menos la pata? Creo que si no nos desayunamos con un
escándalo de corrupción local cada semana es por una mezcla de factores que
trato de explicar en base a mi experiencia.
El primer gran foco de corrupción es el urbanismo. Si aquí la
corrupción urbanística ha sido menor es porque ha habido una gran pluralidad
política, lo que hace que no haya normalmente dominio perdurable de un solo
partido en los ayuntamientos y eso dificulta los pactos corruptos con los
promotores a la hora de obtener recalificaciones. Además, ya a finales del
siglo pasado se aprobó la ley Maturana —en recuerdo al entonces consejero
socialista del área— que obligaba a destinar buena parte del aprovechamiento
urbanístico a vivienda de protección oficial, con lo cual el beneficio
obtenible por el promotor era sustancialmente menor que en el resto del estado
y por lo tanto no favorecía las comisiones a políticos. Por supuesto que
corrupción urbanística la hemos tenido, y alguna muy cerca de mis barbas, pero
evidentemente no ha sido la locura del mediterráneo.
El otro gran foco es el de los contratos públicos. Aunque no se
pueda demostrar, lo cierto es que hay muchos contratos públicos amañados y que
generan buenos beneficios a los funcionarios que los otorgan. Pero es cierto
que aquí se hacen las cosas con un poco más de estilo que por ahí. Como reconocía
Xabier Arzalluz en el año 2006, el PNV siempre ha desconfiado de las comisiones
pagadas a intermediarios, porque eso favorece que se vuelvan avariciosos y
metan la pata. Por ello, decía, prefieren el método de la
"insinuación" al contratista: se le dice que el partido tiene ésta o
aquella necesidad y se espera la correspondiente "donación
voluntaria" por su parte. No en vano el PNV tiene aquí un patrimonio
inmobiliario similar al del PP en todo el Estado, algo que levanta suspicacias
no solo en el Tribunal de Cuentas.
Existe un tercer foco de corrupción que es la Hacienda foral y
su capacidad casi omnímoda de "pactar" con los contribuyentes
importantes sin dejar la menor huella y protegidos por el secreto fiscal.
Nuestros jauntxos no han pagado impuestos en toda la historia
foral y en democracia han demostrado una gran capacidad de negociar con la
Hacienda foral tratos especiales. Este es un campo donde, en mi opinión,
tenemos tanto o más corrupción que en la Hacienda estatal y de hecho algunos
casos han llegado a los tribunales, pese a ser de las áreas más difíciles de
descubrir.
El PNV siempre ha
desconfiado de las comisiones pagadas a intermediarios.
Y el último factor diferenciador que se me ocurre es el de la
violencia. Durante muchos años el miedo a la publicidad ha motivado que jueces
y fiscales hayan adoptado un perfil particularmente huidizo en todo lo que
significara delitos que involucren a políticos y también ha propiciado que la
prensa huya de esos asuntos. Esa atmósfera de impunidad, que también se ha dado
en resto del Estado aun sin la violencia de ETA, ha generado una ausencia casi
total de actuaciones judiciales o de la prensa contra la corrupción.
Pero también hay que reconocer
que nuestros corruptos son más listos. En parte porque en nuestra sociedad no
está bien vista la ostentación y en parte por una cierta educación jansenista,
lo cierto es que aquí nuestros corruptos procuran hacer lo contrario de lo que
ha dicho el valenciano Juan Cotino: meten la mano en la caja pero no meten la
pata. Y procurando no meter la pata y contando con la pasividad de
funcionarios, fiscales, jueces, prensa y cierta parte de la opinión pública,
nos permiten vivir en este aparente remanso de paz. Amén."
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