¡Era evidente!, ¡se veía venir! … aquí lo dijimos desde el primer día, desde el momento en que el tarugo de Limón y la inane Romero pensaron que el contagio (por su propia torpeza) de la Auxiliar les iba a cambiar la vida, les iba a permitir una vida regalada por dos vías: sacarle la “pasta” a los madrileños (demanda de indemnizaciones millonarias: 150.000 €, o sea 25.000.000 Ptas., por su perro y otros tantos por ella) y platós de televisión (por los que ya pasaron una portavoz y el hermanísimo), y quizás seguramente algo más, como que le regalaran una plaza en propiedad en la sanidad pública al margen de las oposiciones … pues bien, desde ese momento, las personas a las que perjudicó gravemente la susodicha Romero (y también su simplón Limón) tenían expedita la vía para hacer lo mismo:
• la médico descalificada gravemente con un “me recetó paracetamol para combatir el ébola”, a la que nada dijo de su contacto con el ébola.
• ni las dos estetiticistas de la peluquería a la que fue a depilarse ya enferma, a las que nada comentó sobre su fiebre ni sobre su contacto con el ébola.
Dicen que “la avaricia rompe el saco”, la proverbial incultura de estos dos personajes parece que les puede jugar una mala pasada.
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