El
asalto masivo de las fronteras europeas durante este pasado mes de agosto tiene
muchos inconvenientes, en realidad todos, porque Europa no se puede llenar de
millones de personas que huyen de la miseria en sus países de origen o no se
enfrentan a quienes les martirizan, como es el llamado “estado islámico”, para
venir a nuestro vecindario a comer la sopa boba.
Desde
nuestra perspectiva (la española) sí tiene algo de bueno: que los imbéciles del
norte (¿son “podemistas”?) ya no nos
vean como bárbaros por tratar de impedir los asaltos a las vallas de Ceuta y
Melilla, o por luchar contra las mafias de las pateras en el estrecho.
Ahora “por allí arriba” se empiezan a dar cuenta de lo que se les viene
encima, porque el asalto al eurotúnel es sólo una muestra (tipo nuestras
vallas) de que para mucha gente el espejo de Europa, para vivir de nuestros
subsidios (porque trabajo no hay ni para los nacionales europeos), supone una
motivación radical, contra la que solo cabe la fuerza (la de la razón, la de la ley y la
violencia legítima de los estados).
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