Este pasado jueves el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Autónoma del País Vasco se dispuso, como todos los años, mediante una sencilla ceremonia, a dar inicio al año judicial.
El papel del Poder Judicial es determinante en un Estado de Derecho y su independencia es absolutamente imprescindible.
El lejendaccary no asistió al acto, su incultura política es enciclopédica y su soberbia desmesurada: como no ha logrado ni comprar, ni condicionar, ni coaccionar a las jueces que ejercen en el País Vasco, simplemente, los ignora y, en el fondo, seguramente sentirá hacia ellos también desprecio y hasta odio.
Sustituyó a Ivarreche su "conserje" de Justicia-y-no-sé-qué-más, uno de los más arriscados peones de brega del arriscado partidillo EA, un tan Azcárraga, sobrino nieto del octogenario General del mismo apellido asesinado por la banda criminal NaZionalista vasca hace unos años. EA ha hecho varios alardes contra la Administración de Justicia en el País Vasco, aún recordamos su "gesto" de cerrar con cadenas las puertas del Palacio de Justicia de San Sebastián, durante una manifa de exaltados NaCis.
El Presidente del TSJPV leyó un discurso que, guste o no guste, centró en las cuestiones fundamentales relativas al papel de los tribunales de justicia, y lo hizo dentro de los límites de su competencia.
Azcárraga, un personajillo lenguaraz tipo Anasagasti, por su parte, hizo gala de su habitual incorrección en las formas y en el fondo con otro de sus habituales comentarios fuera de lugar, censurando (de "censor", de "censura") las palabras del Sr. Ruiz Piñeiro.
Las fotos del acto que recoge la prensa regional de este viernes, dejan bien a las claras la distancia que existe entre las personas que encarnan, por un lado, a la Administración de Justicia en esta región, que esta desempeñando un papel que brilla por su compromiso, su independencia, su dignidad y por la valentía de sus servidores ... y, por otro lado, el despecho de quien no consigue forzar en su beneficio el recto criterio de los jueves vascos.
Por nuestra parte sólo podemos decir que si la armonía no es posible ... ¡viva Montesquieu!, al que deseamos larga vida, a pesar de que el "henmano" de Juan Guerra le dio por muerto hace casi dos décadas.
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