Los gravísimos disturbios que se están sucediendo en estos días en China, en la región de Uiguristán (o de Xinjiang, si lo prefieren), pueden ser materia de interés para algún "juez-estrella" que pretenda revitalizar viejos laureles (o buscar nuevos "brotes verdes"), al objeto de volver a estar en el candelabro (la folclórica dixit) y aspirar a no-sabemos-qué-premio internacional.
Total, si sólo es cuestión de abrir diligencias, montar alguna movida, estar en los papeles y, finalmente, pedir el certificado de defunción de Mao Tse Tung para salir, digamos, airoso del envite ... y con unos cuantos apoyos "progres" adicionales para lo que resulte conveniente.
Los disturbios son de una gravedad extrema, que no han trascendido en sus términos reales por la opacidad característica de las dictaduras comunistas, pero el hecho de que el presidente chico Hu Jintao haya abandonado precipitadamente Florencia (Italia) sin llegar a participar en la Cumbre del G8, que comenzó ayer en L’Aquila, pone de manifiesto que no se trata de una cuestión de tono ni de cuantía menor.
Pie de las fotos: no ponemos imágenes, por pudor les ahorramos las trágicas fotos de grupos de cadáveres diseminados por las calles de Urumqi (capital de la región).
Los disturbios son de una gravedad extrema, que no han trascendido en sus términos reales por la opacidad característica de las dictaduras comunistas, pero el hecho de que el presidente chico Hu Jintao haya abandonado precipitadamente Florencia (Italia) sin llegar a participar en la Cumbre del G8, que comenzó ayer en L’Aquila, pone de manifiesto que no se trata de una cuestión de tono ni de cuantía menor.
Pie de las fotos: no ponemos imágenes, por pudor les ahorramos las trágicas fotos de grupos de cadáveres diseminados por las calles de Urumqi (capital de la región).
No hay comentarios:
Publicar un comentario