Hace unos días (el 20 de agosto) recogímos en el blog una interesante aproximación psicológica al perfil de un cuasi enfermo mental que es el asesino NaZionalista vasco en serie Ignacio “Iñaqui” De Juana Chaos.
Al terminar el post nos permitíamos hacer un paralelismo, mutatis mutandis, entre De Juana Chaos y Juanjo Ivarreche.
La primicia de enfrentar al Lejendaccary Ivarreche ante el espejo que bien puede reflejar la imagen de un enfermo mental es nuestra, pero hace unos días (vean El Correo del 25 de agosto) Miguel Escudero publicó el siguiente artículo, con el título “La política como psicopatía”, que reproducimos a continuación de forma literal, si bien los subrayados con letra negrita son de nuestra cosecha.
Al terminar el post nos permitíamos hacer un paralelismo, mutatis mutandis, entre De Juana Chaos y Juanjo Ivarreche.
La primicia de enfrentar al Lejendaccary Ivarreche ante el espejo que bien puede reflejar la imagen de un enfermo mental es nuestra, pero hace unos días (vean El Correo del 25 de agosto) Miguel Escudero publicó el siguiente artículo, con el título “La política como psicopatía”, que reproducimos a continuación de forma literal, si bien los subrayados con letra negrita son de nuestra cosecha.
"La política como psicopatía"
Es evidente que los políticos son un escaparate muy contemplado donde se mira la sociedad. Pero estremece lo insólito que es verlos dudar o arrepentirse o dimitir o elogiar a sus adversarios. Sucede todo lo contrario. Son, así, un mal ejemplo a seguir. Aunque parezca paradójico, a mayor capacidad de dudar, mayor solidez personal. Éste es el camino del progreso en la educación, saber lo que se sabe bien o no se sabe. Y no confundir ni confundirse. La psiquiatra Marie-France Hirigoyen considera como síntoma de una buena salud psíquica «el hecho de dudar y ponerse en cuestión», algo que está reñido con la práctica narcisista, tan abundante en política. Ante la perspectiva de unas elecciones, sería bueno guiarse por el grado de narcisismo, siempre agresivo, que ofrecen los políticos. Aquí en casa, Ibarretxe se lleva la palma, si no contamos, claro está, al inefable dúo Arzalluz y Egibar. Nuestra salud social mejoraría si las ínfulas y una mayor arrogancia se correspondieran con un menor número de votos. El problema principal que podemos esperar de los narcisistas es su proceder perverso y manipulador. Necesitan un colchón social impersonal para prolongar sus tentáculos. Cuanto más extendido está el narcisismo en una sociedad, más a cuenta les resulta activar ese mecanismo. Y trabajan para ello. De este modo, cualquier crítica que reciben los narcisistas se traduce como agresión a la comunidad que los acoge; una trampa chunga. Ellos, en cambio, tienen patente para menospreciar y amargar la existencia de cualquiera que se cruce por su camino y no les siga el juego. Como consecuencia, en un entorno plagado de narcisismo, la franqueza, la espontaneidad y la veracidad se resienten profundamente.
En su reciente libro 'Las nuevas soledades', Hirigoyen menciona la 'alexitimia', un neologismo que significa incapacidad para expresar con palabras los afectos. Es el trastorno de tener las emociones enterradas, las propias y las ajenas, una insuperable dificultad de identificar las emociones. Pensemos en la irreflexiva repetición de estereotipos o en el conformismo provocado por un desaliento organizado. ¿Se podría estudiar el proceso de distorsión y de asfixia del clima social que 'castiga' expresarse con sinceridad o percibir con empatía las emociones ajenas? ¿Cómo ponerle remedio?
No hay comentarios:
Publicar un comentario