Este pasado domingo El Correo dedicó un extenso reportaje a relatar el resultado de las últimas investigaciones sobre los cinco minutos clave en el “chivatazo” de algún jefe político de la Policía española, para avisar a la puta ETA de que iban a detener a un criminal, al objeto de frustrar la operación.
La información lleva por titular:
La información lleva por titular:
“El 'chivatazo' se queda sin secretos”.
Y de ella hemos extractado sus párrafos más interesantes, van a continuación:
…“Los informes secretos del 'chivatazo' a ETA remitidos al juez Baltasar Garzón permiten, por primera vez, reconstruir dos años de una exhaustiva investigación policial que apunta sin género de dudas al alto mando de la Dirección General de la Policía y, en concreto, a su ex director Víctor García Hidalgo.
… Los agentes supieron de la filtración a ETA el mismo día que se produjo, el 4 de mayo de 2006. Una chicharra (una baliza) en el coche del jefe de la trama de extorsión, Joseba Elosúa, desveló el soplo. Si ese sistema de escuchas no hubiese funcionado, los agentes jamás hubieran sabido que un 'chivatazo' había frustrado la operación prevista unas horas antes. Hasta ese momento, sólo habían visto que Elosúa, extrañamente, había salido de su restaurante a llamar por una cabina telefónica.
Los investigadores desconocían que un supuesto policía, que había entrado por la puerta de atrás al local, había pasado al cobrador de ETA un teléfono desde el cual -aseguran los atestados- el jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamiés, había alertado a Elosúa de que la Policía esperaba en la frontera al etarra José Antonio Cau, que iba a entrar en España para recoger «nueve millones de pesetas» pagados por el impuesto revolucionario. Ese dinero habría sido entregado el día antes por el ex dirigente del PNV recientemente fallecido Gorka Agirre, quien había hecho de intermediario con el empresario extorsionado.
Según el sumario, el propio Agirre iba a ser detenido ese día … minutos después de que Cau fuera interceptado en la frontera por un 'control rutinario' con el dinero del impuesto revolucionario …
Sin embargo, Cau no llegó nunca a Irún. La llamada desde la cabina abortó su viaje y fueron Elosúa y su yerno, Carmelo Luquin, los que se fueron a Francia. En la conversación entre ambos en el coche, el dueño del bar Faisán desveló a Luquin que la «txakurrada» (Policía) le había avisado de los seguimientos para «no fastidiar todo el proceso», se supone que de paz. La conversación íntegra entre ambos (más de 1.500 palabras) figura en el sumario.
La investigación sobre el 'chivatazo' sólo pudo arrancar tras la detención de Elosúa el 20 de junio de 2006. El supuesto recaudador de ETA reconoció desde el principio el soplo, pero sólo dio una pista: la delación se produjo entre las 11.20 y las 11.25 horas de ese día. A partir de ahí, los agentes empezaron a trabajar … había que analizar 1.932 llamadas recogidas por el repetidor de telefonía móvil que cubre el bar Faisán. Redujeron el círculo a 63, las que en esa media hora tenían una duración superior a cuatro minutos…
… 62 de las 63 llamadas eran «ajenas absolutamente» al soplo. Sólo una era sospechosa: la realizada a las 11.23 horas por el inspector de Policía de terrorismo islámico destinado en Vitoria J.M.B., durante 8 minutos y 11 segundos. El destinatario era el jefe superior de Policía de Euskadi.
Había surgido la pista que señalaba a la cúpula del Cuerpo Nacional de Policía y nacía la tesis que luego, siempre según los investigadores, se comprobó cierta: el funcionario había pasado su teléfono a Elosúa para que su jefe le diera el 'chivatazo'. Los agentes del caso pidieron autorización judicial para rastrear las llamadas del inspector y del jefe, y lo que descubrieron les dejó de piedra. El policía también había llamado a su superior a las 11.04 desde las inmediaciones de la casa de Elosúa (una antena diferente) …
Los investigadores siguieron tirando de la madeja: el jefe del País Vasco había llamado al agente a las 11.08 y a las 11.13, y esas llamadas ya estaban bajo la cobertura de la antena de Faisán.
Pero lo más fuerte estaba por llegar con el análisis de las llamadas de Pamiés. El máximo responsable de la Policía en Euskadi, nada más producirse el soplo, llamó en dos ocasiones (11.34 y 11.42 horas) a Víctor García Hidalgo, quien no cogió el teléfono -en ese momento asistía a la toma de posesión de Joan Mesquida como director de la Guardia Civil-. Hidalgo devolvió la llamada a las 11.53 y hablaron durante cinco minutos.
El repaso de las conversaciones confirmó un «gran volumen de contactos» entre Pamiés y García Hidalgo, justo después de que el 3 de mayo Grande-Marlaska hubiera dado luz verde a la operación Urogallo contra el aparato de extorsión de ETA para desarrollarla el día siguiente. Entre las 22.00 horas del 3 de mayo y las 14.35 del 4 de mayo el director y el jefe hablaron en diez ocasiones. Los informes son tajantes: «Estas comunicaciones entran en contradicción con el procedimiento normalizado para la transmisión de novedades por el jefe superior», quien siempre solía despachar los asuntos de la lucha antiterrorista con el subdirector de la Policía, el delegado del Gobierno, con su asesor, y, a veces, con el comisario general de Información.
Esta circunstancia «difiere radicalmente» con lo que acontece el 19 y 20 de junio de 2006, cuando sí se produce la operación contra la red de extorsión de ETA. En este caso, «y como es natural», el jefe superior «sí contacta en varias ocasiones», con el subdirector y con la Delegación del Gobierno «posiblemente para dar cuenta del desarrollo de la operación». Sin embargo, Pamiés y Víctor García sólo hablaron una vez el día 20, cuando Elosúa fue capturado.
A la vista de ese tráfico de llamadas, los investigadores llegan a la conclusión de que los implicados en el 'chivatazo' crearon una suerte de cadena de mando paralela basada en amistades personales y fidelidades a García Hidalgo para ocultar la delación.
Las pesquisas diseccionan los perfiles de todos los implicados para probar sus «relaciones funcionales, jerárquicas» y, sobre todo, «personales». Unas amistades que ya habían llevado a «disensiones» internas por saltarse la cadena de mando. «Relaciones cordiales y de confianza» que incluían intercambio de información antiterrorista, bromas sobre superiores y subordinados o «SMS con chistes de oportunidad política». Los agentes destacan los estrechísimos vínculos entre García Hidalgo y Pamiés. Llegan a afirmar que el «nombramiento del jefe superior del País Vasco (septiembre de 2005) es consecuencia directa de esa relación (con el director), conforme acreditan diversas conversaciones intervenidas».
Esos 'pinchazos' a los implicados sólo empezaron en agosto de 2006, tres meses después del soplo. Para entonces, la cúpula policial ya sabía que estaba bajo investigación y empezaron a tomar precauciones, como el uso de teléfonos públicos o con tarjeta de prepago. Aun así, los policías del caso lograron interceptar varias de las comunicaciones. Pamiés, a pesar de lo delicado de la situación, volvió a ser muy indiscreto al teléfono. Sus confesiones fueron claves para poner la guinda a la investigación. Confesó a un veterano periodista que lo del chivatazo había sido para «hacerle un favor a Gorka Agirre».
Pamiés, en otra llamada, se hace eco de una conversación con García Hidalgo tras su cese el 8 de septiembre, en la que le pide que le «diga la verdad, si su cese ha sido por esto (por el soplo a ETA)» y en la que el director se queja de lo mal que se han portado con él en el Ministerio del Interior (Pérez Rubalcaba acababa de llegar). Comenzaba el calvario para los tres imputados: el director, el jefe y el inspector de Vitoria."
Y de ella hemos extractado sus párrafos más interesantes, van a continuación:
…“Los informes secretos del 'chivatazo' a ETA remitidos al juez Baltasar Garzón permiten, por primera vez, reconstruir dos años de una exhaustiva investigación policial que apunta sin género de dudas al alto mando de la Dirección General de la Policía y, en concreto, a su ex director Víctor García Hidalgo.
… Los agentes supieron de la filtración a ETA el mismo día que se produjo, el 4 de mayo de 2006. Una chicharra (una baliza) en el coche del jefe de la trama de extorsión, Joseba Elosúa, desveló el soplo. Si ese sistema de escuchas no hubiese funcionado, los agentes jamás hubieran sabido que un 'chivatazo' había frustrado la operación prevista unas horas antes. Hasta ese momento, sólo habían visto que Elosúa, extrañamente, había salido de su restaurante a llamar por una cabina telefónica.
Los investigadores desconocían que un supuesto policía, que había entrado por la puerta de atrás al local, había pasado al cobrador de ETA un teléfono desde el cual -aseguran los atestados- el jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamiés, había alertado a Elosúa de que la Policía esperaba en la frontera al etarra José Antonio Cau, que iba a entrar en España para recoger «nueve millones de pesetas» pagados por el impuesto revolucionario. Ese dinero habría sido entregado el día antes por el ex dirigente del PNV recientemente fallecido Gorka Agirre, quien había hecho de intermediario con el empresario extorsionado.
Según el sumario, el propio Agirre iba a ser detenido ese día … minutos después de que Cau fuera interceptado en la frontera por un 'control rutinario' con el dinero del impuesto revolucionario …
Sin embargo, Cau no llegó nunca a Irún. La llamada desde la cabina abortó su viaje y fueron Elosúa y su yerno, Carmelo Luquin, los que se fueron a Francia. En la conversación entre ambos en el coche, el dueño del bar Faisán desveló a Luquin que la «txakurrada» (Policía) le había avisado de los seguimientos para «no fastidiar todo el proceso», se supone que de paz. La conversación íntegra entre ambos (más de 1.500 palabras) figura en el sumario.
La investigación sobre el 'chivatazo' sólo pudo arrancar tras la detención de Elosúa el 20 de junio de 2006. El supuesto recaudador de ETA reconoció desde el principio el soplo, pero sólo dio una pista: la delación se produjo entre las 11.20 y las 11.25 horas de ese día. A partir de ahí, los agentes empezaron a trabajar … había que analizar 1.932 llamadas recogidas por el repetidor de telefonía móvil que cubre el bar Faisán. Redujeron el círculo a 63, las que en esa media hora tenían una duración superior a cuatro minutos…
… 62 de las 63 llamadas eran «ajenas absolutamente» al soplo. Sólo una era sospechosa: la realizada a las 11.23 horas por el inspector de Policía de terrorismo islámico destinado en Vitoria J.M.B., durante 8 minutos y 11 segundos. El destinatario era el jefe superior de Policía de Euskadi.
Había surgido la pista que señalaba a la cúpula del Cuerpo Nacional de Policía y nacía la tesis que luego, siempre según los investigadores, se comprobó cierta: el funcionario había pasado su teléfono a Elosúa para que su jefe le diera el 'chivatazo'. Los agentes del caso pidieron autorización judicial para rastrear las llamadas del inspector y del jefe, y lo que descubrieron les dejó de piedra. El policía también había llamado a su superior a las 11.04 desde las inmediaciones de la casa de Elosúa (una antena diferente) …
Los investigadores siguieron tirando de la madeja: el jefe del País Vasco había llamado al agente a las 11.08 y a las 11.13, y esas llamadas ya estaban bajo la cobertura de la antena de Faisán.
Pero lo más fuerte estaba por llegar con el análisis de las llamadas de Pamiés. El máximo responsable de la Policía en Euskadi, nada más producirse el soplo, llamó en dos ocasiones (11.34 y 11.42 horas) a Víctor García Hidalgo, quien no cogió el teléfono -en ese momento asistía a la toma de posesión de Joan Mesquida como director de la Guardia Civil-. Hidalgo devolvió la llamada a las 11.53 y hablaron durante cinco minutos.
El repaso de las conversaciones confirmó un «gran volumen de contactos» entre Pamiés y García Hidalgo, justo después de que el 3 de mayo Grande-Marlaska hubiera dado luz verde a la operación Urogallo contra el aparato de extorsión de ETA para desarrollarla el día siguiente. Entre las 22.00 horas del 3 de mayo y las 14.35 del 4 de mayo el director y el jefe hablaron en diez ocasiones. Los informes son tajantes: «Estas comunicaciones entran en contradicción con el procedimiento normalizado para la transmisión de novedades por el jefe superior», quien siempre solía despachar los asuntos de la lucha antiterrorista con el subdirector de la Policía, el delegado del Gobierno, con su asesor, y, a veces, con el comisario general de Información.
Esta circunstancia «difiere radicalmente» con lo que acontece el 19 y 20 de junio de 2006, cuando sí se produce la operación contra la red de extorsión de ETA. En este caso, «y como es natural», el jefe superior «sí contacta en varias ocasiones», con el subdirector y con la Delegación del Gobierno «posiblemente para dar cuenta del desarrollo de la operación». Sin embargo, Pamiés y Víctor García sólo hablaron una vez el día 20, cuando Elosúa fue capturado.
A la vista de ese tráfico de llamadas, los investigadores llegan a la conclusión de que los implicados en el 'chivatazo' crearon una suerte de cadena de mando paralela basada en amistades personales y fidelidades a García Hidalgo para ocultar la delación.
Las pesquisas diseccionan los perfiles de todos los implicados para probar sus «relaciones funcionales, jerárquicas» y, sobre todo, «personales». Unas amistades que ya habían llevado a «disensiones» internas por saltarse la cadena de mando. «Relaciones cordiales y de confianza» que incluían intercambio de información antiterrorista, bromas sobre superiores y subordinados o «SMS con chistes de oportunidad política». Los agentes destacan los estrechísimos vínculos entre García Hidalgo y Pamiés. Llegan a afirmar que el «nombramiento del jefe superior del País Vasco (septiembre de 2005) es consecuencia directa de esa relación (con el director), conforme acreditan diversas conversaciones intervenidas».
Esos 'pinchazos' a los implicados sólo empezaron en agosto de 2006, tres meses después del soplo. Para entonces, la cúpula policial ya sabía que estaba bajo investigación y empezaron a tomar precauciones, como el uso de teléfonos públicos o con tarjeta de prepago. Aun así, los policías del caso lograron interceptar varias de las comunicaciones. Pamiés, a pesar de lo delicado de la situación, volvió a ser muy indiscreto al teléfono. Sus confesiones fueron claves para poner la guinda a la investigación. Confesó a un veterano periodista que lo del chivatazo había sido para «hacerle un favor a Gorka Agirre».
Pamiés, en otra llamada, se hace eco de una conversación con García Hidalgo tras su cese el 8 de septiembre, en la que le pide que le «diga la verdad, si su cese ha sido por esto (por el soplo a ETA)» y en la que el director se queja de lo mal que se han portado con él en el Ministerio del Interior (Pérez Rubalcaba acababa de llegar). Comenzaba el calvario para los tres imputados: el director, el jefe y el inspector de Vitoria."
Hasta el momento de la publicación de este post, no ha habido ningún desmentido oficial del Ministerio del Interior que cuestione la veracidad de esta información o que la tache de falsa. Es más, ayer mismo El Mundo, diario que se ha especializado en el periodismo de investigación, daba un paso más:
"Secuencia de conversaciones telefónicas
La investigación del chivatazo incluye al 'número dos' de Interior".
La investigación del chivatazo incluye al 'número dos' de Interior".
De aquí a que llegue al "número uno" de Interior, o sea, al Ministro Rubalcaba, sólo hay un paso ... y de Rubalcaba al Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sólo uno más. O sea, estamos a dos simples pasitos de que ZP se confirme que es el "señor equis" del chivatazo a ETA en el denominado "Caso Bar Faisán" ... ¿Cuanto tiempo se tardará en recorrer tan escaso trecho?. Sr. Rajoy, ¿para cuando un moción de censura con este gravísimo particular como causa determinante?.
Pie de foto: Victor García Hidalgo.
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