Nuestrrrro presidente regional de la comunidad autonómica vasca, Juan José Ibarreche, que se encuentra en su enésimo viaje a Hispanoamérica de "comida de coco" a la llamada "diáspora" (por cierto, el Miami Jai Alai se inauguró en 1928, en plena represión franquista), se ha visto sorprendido (¿?) cuando ha conocido en Méjico la noticia de la "apertura del juicio oral" en el procedimeinto que se sigue contra él, dado que existen "indicios racionales" de que ha cometido un delito de "desobediencia", como cooperador necesario, para que Eta-Batasuna pudiera desobedecer la sentencia del Tribunal Supremo que ordena el cese de actividades.
Y como algo ha tenido que decir, Ibarreche, ha sacado su lista de retruécanos favoritos, a saber: "¿y qué hay de malo en ello?" o "¡qué barbaridad!". La primera la utiliza para justificar sus propias barbaridades y la segunda para descalificar a quienes hacen lo que a él no le gusta. Ahora tocaba la segunda: ¡"qué barbaridad lo de su procesamiento"!, y esta vez, para darle un poco de novedad al mensaje, ha añadido lo de "monstruosidad".
Pero las monstruosidades y barbaridades que en la política vasca existen, y por transferencia nacionalista, también existen en la sociedad, son otras. ¿Algunos ejemplos?. Van:
Y como algo ha tenido que decir, Ibarreche, ha sacado su lista de retruécanos favoritos, a saber: "¿y qué hay de malo en ello?" o "¡qué barbaridad!". La primera la utiliza para justificar sus propias barbaridades y la segunda para descalificar a quienes hacen lo que a él no le gusta. Ahora tocaba la segunda: ¡"qué barbaridad lo de su procesamiento"!, y esta vez, para darle un poco de novedad al mensaje, ha añadido lo de "monstruosidad".
Pero las monstruosidades y barbaridades que en la política vasca existen, y por transferencia nacionalista, también existen en la sociedad, son otras. ¿Algunos ejemplos?. Van:
Es una barbaridad que la sociedad vasca viva permanentemente instalada en el miedo, sin libertad de circulación, sin libertad de expresión y casi sin libertad de pensamiento (no se sea que un día se nos escape algo, ¡mejor no pensar!).
Es una monstruosidad que los políticos nacionalistas sean antes nacionalistas que demócratas, luego no son demócratas, son unos putos fatxas.
Es una barbaridad que la "clase" dirigente (nacionalistas y triperos, tipo familia Madrazo) haya hecho como los nazis: llegar al poder mediante los votos y la legalidad vigente (aquí la que sustituyó a la franquista) para, acto seguido, conspirar permanentemente contra el sistema que parasitan.
Es una mostruosidad que desde el gobierno nacionalista se deslegitimen las instituciones que no copan, desprecien e inapliquen la ley, hagan alarde de posturas rupturistas, promuevan la desobediencia civil y propicien una suerte de "golpe de estado" (evidentemente de efectos limitados al ámbito regional) desde el ejercicio de un poder que consideran ilimitado.
Es una barbaridad que todos los dirigentes políticos no nacionalistas tengan que vivir pegados a dos escoltas, al igual que diputados, parlamentarios, concejales (incluso de pueblitos sin apenas sitio en el mapa), representantes de asociaciones cívicas, periodistas, jueces y fiscales, empresarios, incluso curas, etc. etc. etc. Varios miles de personas.
Es una monstruosidad que, en este contexto, el nacionalismo, instalado en el poder en Vitoria, se dedique casi en exclusiva, mediante una acción de gobierno muy discutible desde el punto de vista democrático, "a hacer país", esto es, a uniformizar a la sociedad vasca desde los parámetros del nacionalismo más arriscado e irredento.
Es una barbaridad que tengamos una policía autonómica tan incompetente, o tan condicionada ideológicamente por los políticos nacionalistas que la dirigen desde sus orígenes (inmediato u mediato) como auténtica policía de partido.
Es una monstruosidad que estas barbaridades no sólo no tengan fin, sino que Ibarreche y los suyos se hayan instalado en una permanente huida hacia adelante que no tiene ni fin ni horizonte, salvo el de la confrontación y desestabilización crecientes que, con un mínimo sentido sentido de la historia, no auguran sino un conflicto social ilimitado, en el tiempo y en los medios.
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